Camarita


miércoles, 11 de marzo de 2015

Capítulo 9: Ultrasonido y un Ataque

Draco y Hermione continuaron viéndose en el apartamento de los gemelos en las siguientes semanas. Muy en contra de los deseos de Snape, que consideraba que era peligroso que se reunieran tan seguido. Sin embargo, para ellos era un alivio poder estar juntos unos momentos una vez por semana. Todas las veces habían seguido el mismo mecanismo sin levantar muchas sospechas.
Cuando se acercaba el día del ultrasonido, Draco convenció a Snape para que lo enviara a buscar unos ingredientes para tener una coartada que le facilitara permanecer fuera de Malfoy Manor la mayor parte del día.
—Te estás arriesgando demasiado. Esto no me parece —le dijo abiertamente y en tono molesto.
—Lo sé, pero es importante que vaya con ella a esta consulta. Prometo hablar con Hermione para que no nos veamos en las próximas semanas, pero no le aseguro nada porque se acerca la Navidad —le respondió Draco en tono firme.
Snape solo rodó los ojos exasperado.
—Solo son pretextos…, después vendrán San Valentín, la pascua, el día de la madre, las vacaciones de verano… como buen Malfoy, al final siempre haces lo que te da la gana.
Draco reprimió la risa ante este último comentario. Y le pidió un último favor: lo persuadió de darle una poción que le ayudara a pasar desapercibido a la vigilancia constante de Crabbe. Todavía renuente y protestando por lo riesgoso de la situación, Snape accedió a esta última petición, aunque Draco no le dijo nada a Hermione al respecto porque quería darle una sorpresa.
El día del ultrasonido, Hermione llegó a la tienda de los gemelos y subió directamente al apartamento. Tocó la puerta.
—Puedes entrar, la puerta está abierta —le gritó uno de los gemelos. Adentro la esperaban unos divertidos Fred y George… y un tercer gemelo.
—¿Qué está pasando aquí? —les preguntó viendo al tercer hombre pelirrojo con suspicacia.
Los gemelos estaban disfrutando de lo lindo la situación, pero ninguno decía nada hasta que el tercero habló con la voz de Draco.
—¿No te gusta el camuflaje? No puedo acompañarte siendo yo mismo, así que convencí a tus amigos de que me dieran de sus cabellos, ellos accedieron, tomé poción multijugos y acá estoy esperándote con mi disfraz.
Hermione solo sonrió. La verdad es que nunca pensó ver a Draco convertido en un Weasley y la situación se le hizo en extremo graciosa.
—¿Cuánto tiempo durará el efecto?
—Por lo menos cuatro horas, pero traigo un poco más por cualquier retraso. ¿Nos vamos?
—Espero que disfrutes de andar con alguno de nosotros —le dijo Fred guiñándoles un ojo.
Ambos se abrigaron bien con sus gorros y bufandas. El clima había comenzado a empeorar en los últimos días. Había nevado un poco y aunque las calles estaban todavía transitables, el frío era bastante intenso. Salieron al Callejón Diagon y se dirigieron a la salida por el Caldero Chorreante. Como era usual en ella, Hermione no pudo resistir hacer comentarios mordaces al aspecto pelirrojo de Draco.
—¡Vaya! Este día es memorable. Para cómo te has expresado siempre de los Weasley’s me sorprende que hayas decidido hacerte pasar por uno de ellos.
—Déjate de bromas por favor.
—Debería llamar a Colin Creevey para que te tomara una foto, no siempre se ve a un Malfoy convertido en una comadreja… —Draco le dirigió una mirada asesina, pero Hermione no se amedrentó. Tal vez fuera porque los gemelos nunca se tomaban nada en serio, así que siguió viéndolo con una expresión bastante risueña.
Siguieron caminando en silencio. Varias personas volvieron sus cabezas al verlos pasar. Draco mandó a todos al demonio, pensando que ya que estaba bajo los efectos de la poción multijugos no era necesario mantener la distancia con Hermione, así que le ofreció su brazo y ella aceptó. A pesar de ir en el cuerpo de otra persona, él disfrutó de la sensación de caminar libremente por la calle con Hermione tomada de su brazo.
—¿Cómo hiciste para que te dieran sus cabellos?
—Simplemente se los pedí la semana pasada. Al principio me vieron con desconfianza, pero les expliqué que necesitábamos hacer una diligencia juntos y aceptaron en cuanto vieron que Crabbe se iba tras tuyo en cuanto saliste de la tienda.
—Pues por la forma en que la gente nos mira, parece que ahora hemos incluido a dos Weasley más en las apuestas por esta paternidad —Draco la vio con una expresión de autosuficiencia mezclada con travesura. Le era extraño descubrir los gestos tan propios de Draco en el físico de los gemelos.
—Lo que me parece una buena coartada: llegas a su apartamento al menos una vez por semana, te quedas allí un buen rato, uno de ellos te acompaña a la clínica… una pequeña pero efectiva cortina de humo ¿no te parece?
Cuando llegaron a la clínica, tuvieron que esperar su turno para pasar a la consulta. Draco se entretuvo observando a todos los que había allí, despreocupados y ajenos a toda la agitación de la comunidad mágica. ¿Sería esa la solución? Alejarse de todo y comenzar de nuevo en un lugar muggle donde nadie los conociera. Pronto lo supo: él nunca dejaría de ser mago, tampoco Hermione podría nunca rechazar su naturaleza mágica. Así que escapar de sus destinos no era una opción.
Una enfermera lo sacó de sus cavilaciones. Los condujo a una pequeña sala llena de aparatos y le entregó una bata a Hermione. Ella se cambió en un pequeño baño que había allí y al salir le explicó rápidamente a Draco el uso de los equipos. Pronto llegó el médico y la hizo subirse en una camilla.
Hermione sintió una sensación helada en cuanto el médico le dejó caer un generoso chorro de gel y sonrió por las cosquillas que sintió mientras se la regaba por todo el vientre buscando donde estaba ubicado el bebé. Pronto unas imágenes borrosas comenzaron a aparecer en el monitor. Draco abrió la boca con asombro y emoción, viendo cómo se movía el corazón del bebé con cada latido que daba.
Tomó suavemente de la mano de Hermione y observó la expresión de su rostro: sus ojos brillaban como nunca los había visto hacerlo. El médico hizo los chequeos de rutina, calculó el peso y la medida del bebé, revisó su corazón, su cabeza, su columna y sus órganos vitales. Todo estaba perfecto.
—¿Quieren saber el sexo del bebé? —les preguntó finalmente.
—Sí —le respondió Draco firmemente, pero conteniendo la respiración.
—Pues déjenme decirles que tendrán que pintar la habitación de rosado…
A Hermione se le iluminó el rostro, pero Draco tardó unos segundos en procesar la información… una habitación rosada ¿Qué demo…? ¡Una niña! Pronto una orgullosa sonrisa se plantó en su rostro. La verdad es que no había pensado mucho en el sexo que prefería, pero saber que esperaban una niña lo lleno de ilusión. Eso a pesar de que en los linajes de sangre pura como la de los Malfoy siempre se les daba prioridad a los varones, por la continuidad del apellido.
¡Al demonio los linajes!, pensó.
Hermione permanecía todavía en la camilla y Draco se inclinó a darle un beso en la frente. Al final, el médico imprimió las imágenes más importantes del chequeo y se las entregó, dando por terminada la consulta.
Cuando salieron a la calle, iban tomados de la mano bastante emocionados.
—¿Estás contento? ¿No te decepciona que sea niña? —le preguntó Hermione.
—Para nada —le respondió.
—A ver si piensas igual cuando conozcas a su primer novio… —le dijo bromeando.
—Hermione, ni siquiera ha nacido. No me atormentes con su vida amorosa —ella soltó una fresca carcajada por el tono de su voz y la cara que había puesto.
—Debemos escoger un nombre.
—¿Te importaría que escogiéramos uno del árbol genealógico de los Malfoy? —le preguntó viéndola intensamente.
—No. Con solo que escojas un nombre bonito. No me vayas a salir con que le pondrás Walburga, como la mamá de Sirius, porque entonces sí protestaré enérgicamente.
Draco rió con la ocurrencia.
—No tendrá un nombre raro, al contrario creo que te gustará… quiero llamarla Irene, fue la esposa de Orión Malfoy hace casi 500 años. Además, creo que te gustará el secreto que hay detrás de esta mujer… —le dijo enigmático.
—Me gusta el nombre y ¿el secreto es…? —le animó Hermione a que le relatara.
—Dicen las malas lenguas que era de origen muggle. Es uno de los secretos mejor guardados de la familia, tanto que no la mencionan en el árbol genealógico ‘oficial’. En la época de Irene no le ponían tanta atención a la pureza de sangre, toda esa mierda comenzó hace unos 150 años, cuando se les exigió a todos los herederos Malfoy que desposaran a sangres limpias —le explicó—. Tradición que tendré el honor de romper, si es que aceptas casarte conmigo.
Hermione sonrió ante esa petición de matrimonio tan espontánea como inesperada.
—Claro que quiero casarme contigo —le respondió rápidamente.
Iban caminando por la calle. Draco paró en seco, la tomó por la cintura y le estampó un besote de película, sin importarle que él tuviera la apariencia de uno de los gemelos Weasley, ni que la calle estuviera llena de gente que caminaba presurosa ni que Crabbe estaba a una cuadra de distancia y no perdía detalle de todo lo que pasaba—. Lamento no haber traído el anillo, pero nos casaremos antes de que nazca Irene —le susurró.
El efecto de la poción multijugos estaba por terminar, así que Draco tuvo que despedirse con prisa de Hermione. La encaminó a su casa lo más cerca que pudo, pero luego tuvo que retirarse. Ella continuó el camino a su casa con una gran emoción recorriéndole todo su cuerpo.

*****

Draco se apareció en los jardines de Malfoy Manor cuando terminó el efecto de la poción multijugos, todavía sobrecogido por todos los acontecimientos del día. Tomó una respiración profunda antes de entrar a casa, endureció sus facciones para borrar de su rostro todo rastro de felicidad y adoptar la máscara de insensible fastidio que solía llevar frente a sus padres.
Como siempre, entró en la mansión con paso decidido y su madre le salió al encuentro.
—¿Dónde te habías metido? Tu padre se fue furioso porque no volviste temprano.
—Tuve que conseguir unos ingredientes algo complicados para la poción que estamos haciendo con Snape. ¿Por qué tanto alboroto? —le preguntó altivo, mientras continuaba caminando hacia la escalinata para subir a su habitación.
—Tu padre te estuvo esperando. Se han ido a una misión y era muy importante que fueras. Sé que te habrías divertido —le explicó su madre con una sonrisa malévola. Ella se quedó al pie de la escalinata, observando a su hijo subir. El corazón de Narcisa no era tan oscuro como el su marido, pero eran una pareja tan compenetrada que él no le ocultaba su trabajo a favor de Voldemort a menos que fuera algo ultra secreto, así que ella siguió hablando—. Al parecer el Señor Tenebroso consideró que era el momento de comenzar a desestabilizar al muchachito ese, al tal Potter y han salido para secuestrar a la sangre sucia de Granger y a su familia.
Draco se quedó paralizado a la mitad de la escalera, se le fue toda la sangre del rostro haciendo que se viera casi transparente y su corazón comenzó a bombardear tan fuerte que pensó que se le saldría del pecho. Sintió la angustia instalada en su estómago contraído. A su madre no se le pasó desapercibida su reacción y lo vio con suspicacia pero pronto él cubrió su desesperación con una creciente ira. Bajó las gradas de dos en dos y se acercó violento a Narcisa, a quien tomó de los hombros fuertemente.
—¿Cuándo decidieron esto?
—Hoy por la tarde —le respondió siempre altiva. Estaba temerosa por la reacción de su hijo, pero reconoció con orgullo que era tan intimidatorio como su esposo. Era un Malfoy hecho y derecho.
—¡Por todos los demonios! Soy un Malfoy y mi padre no puede dejarme fuera de las misiones importantes —rugió y salió presuroso hacia la chimenea.
—No te pongas así. Al parecer, el Señor Oscuro pidió que se hiciera lo antes posible para no darles oportunidad de reaccionar… ¿Adónde vas?
—Donde Snape. Él es mi enlace y me tendrá que explicar por qué se me excluyó de esta asignación —entró hecho un demonio a la chimenea, gritó la dirección de la casa de Snape y se fue.
Cuando salió de la chimenea, corrió desesperado donde su ex profesor.
—¡Van a atacarla!… van a su casa… mi padre y otros mortífagos…
Snape como siempre no perdió la compostura.
—¿Estás completamente seguro?
—Me lo contó mi madre al llegar a casa. Mi padre se fue porque el Señor Tenebroso pidió que se hiciera lo antes posible… ¡¿Qué espera para hacer algo?! —le gritó comenzando a desesperarse.
—No te muevas de esta habitación ¿entendido? Voy a avisar a la Orden lo que está pasando.

*****

Mientras tanto, Hermione había caminado sola el tramo que le faltaba para llegar a su casa. De su rostro no se borraba una expresión de felicidad, sin embargo, sus emociones no le nublaban la agudeza de sus sentidos. Ya sabía detectar por dónde se movía el matón de Crabbe, que constantemente la seguía a todos los lugares donde se dirigía. Por eso le extraño no verlo caminar tras ella, como lo hacía de costumbre y un extraño presentimiento la asaltó.
Si fueran a atacarme, Draco hubiera estado enterado, pensó extrañada, pero apretó el paso para llegar lo antes posible.
Cuando entró al pequeño jardín que había a la entrada de su casa, escuchó varias voces y con claridad el sonido del aparecimiento. Ningún auror ni mago ni bruja se aparecerían en un barrio muggle a plena luz del día y sin ninguna precaución. Todos los temores de Hermione se convirtieron en una cruda realidad: estaba por ser atacada por mortífagos.
El miedo hizo que comenzara a respirar con dificultad. Sacó la varita para abrir la puerta sin usar sus llaves y la cerró justo antes de que volara la primera maldición. Levantó protecciones para el perímetro de la casa, pero sabía que no durarían mucho tiempo ante la agresión sincronizada de varios mortífagos. Tenían que salir urgentemente de allí. A como diera lugar. Se comenzaron a escuchar explosiones fuera.
Hermione se quedó unos segundos paralizada en el recibidor todavía impactada por el escaso margen con el que había logrado entrar, pero reaccionó pronto para buscar a sus padres. Su madre salió de la cocina con el rostro lívido de terror y su padre se les acercó corriendo desde la biblioteca.
—Estamos rodeados —dijo Jane—. Escuché ruidos en el patio de atrás, cerca de la puerta de la cocina.
—Todos al rellano de la escalera —ordeno Mark.
—Pero papá… ¡Tenemos que salir de aquí! —protestó Hermione.
—No discutas Hermione, no ahora. Todos al rellano de la escalera ¡Ya! —la urgió de nuevo su padre. Lograron entrar y hasta Croockshanks se les coló por entre las piernas, justo en el momento en que se escuchaba volar la puerta de la entrada. En el escaso espacio donde se encontraban apretujados bajo las gradas, solo se escuchaban las respiraciones rápidas y entrecortadas de los Granger.
La voz de Lucius Malfoy resonó en el lugar.
—Sabemos que están en la casa, Granger. Si quieres podemos jugar a las escondidas, pero sangre sucia… estás perdida.

1 comentario:

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