Los Granger estaban
arremolinados en el rellano de la escalera. Estaban aterrorizados. Hacía tan
solo unos meses, habían estado maravillados con el mundo mágico en el que vivía
su hija. Ahora estaban por ser cazados por el lado oscuro de ese mundo.
Hermione sostenía con fuerza su varita, aunque todavía no estaba segura de lo
que debía hacer. Salir era claramente un suicidio y solo era cuestión de tiempo
que los descubrieran bajo las gradas. Lo avanzado de su embarazo le impedía
aparecerse, mucho menos podía hacerlo trasladando a sus padres junto a ella.
Contuvieron la
respiración mientras escuchaban cómo los mortífagos comenzaban a destrozar la
casa.
—Hermione, conjura un Lumus —le susurró su padre.
—¿Cómo sabes…?
—¡Por un demonio,
Hermione! —siseó con desesperación—. Nos van a achicharrar vivos y tú haciendo
preguntas… ¡conjúralo!
La punta de la varita
de Hermione emitió una lucecita tenue, lo suficiente como para que pudieran
verse los rostros. Los tres sentían a Crookshanks deslizarse entre sus piernas
y solo esperaban que no se pusiera a maullar, delatando su escondite. A pasar
del pequeño espacio y siendo lo más sigiloso posible, su padre alcanzó a abrir
una pequeña puerta de la que sacó apresurado tres bolsas de tela con ropa para
cada uno. Las dos mujeres lo vieron con asombro, pero lo importante era salir
de allí, las explicaciones podían venir después.
Con dedos trémulos,
Mark sacó su billetera de la parte de atrás de su pantalón y extrajo un trozo
de pergamino arrugado. Hermione seguía atenta todos los movimientos de su
padre. Él le entregó el pergamino. “Invoca este hechizo y dirige tu varita a la
pared del fondo”, le indicó a su hija.
Hermione tenía muchas
preguntas en su cabeza pero se concentró lo suficiente para poder hacer el
hechizo:
Inter spem et metum
Audemus jura nostra defender
Nulli expugnabilis hosti
¡Liberate me ex infernis!
(Entre la esperanza y
el miedo,
Nos atrevemos a
defender nuestros derechos
Inexpugnable para
cualquier enemigo
¡Libérame del
infierno!)
En cuanto terminó de
leerlo, una puerta comenzó a aparecer y se materializó en la pared del fondo.
Hermione y su madre abrieron los ojos con sorpresa.
—Salgamos de aquí —las
empujó su padre. Bajaron tres escalones con cuidado hasta llegar a un pasillo
de piedra. Crookshanks como siempre se movió tras ellos. A Hermione se le hizo
muy familiar, pues era muy parecido a los pasadizos secretos de Hogwarts. Y
entonces, por indicaciones de Mark, leyó lo que estaba escrito en la parte de
atrás del pergamino.
Per ardua ad astra
(De la adversidad a
las estrellas)
Y la puerta
desapareció.
Hubo un segundo de
oscuridad que les hizo estremecerse, pero antes de que Hermione conjurara de
nuevo un lumus, se encendieron
antorchas a lo largo de todo el pasadizo. Hermione levantó a Crookshanks en sus
brazos y con sus padres comenzó a caminar por el pasillo.
—¿Adónde saldremos? —le
preguntó a su padre.
—No lo sé. Cuando
Dumbledore vino a la casa, solo me dio las instrucciones de lo que debíamos
hacer en caso de un ataque, pero no recorrimos este pasillo.
—¿Por qué no nos
dijiste nada? Ni siquiera sabíamos que tenías ropa preparada en caso de que
tuviéramos que huir… —le dijo su esposa.
—Me preparé, sí, pero
en el fondo pensé que todos los magos que llegaron a casa estaban siendo muy
alarmantes. Así que no quise preocuparte de más. Hermione ¿adónde iremos?
—Ustedes a un hotel
discreto y yo a buscar a alguien de la Orden.
—Tú no te moverás sola
—le afirmó Mark.
—Papá, nos buscan a
los tres. Yendo sola llamaré menos la atención que yendo todos.
—Ya veremos.
Llegaron al final del
pasillo luego de avanzar unos 20 metros. Al salir de él, se encontraron en un
callejón, en la parte trasera de un edificio de tres niveles, que estaba
situado a seis cuadras de su casa. El frío aire invernal les caló hasta los
huesos, Hermione llevaba puesta su túnica y su ropa de invierno pero sus padres
no llevaban la ropa adecuada para andar en la calle, así que hizo aparecer
abrigos, gorros y bufandas para ellos. Avanzaron despacio y en silencio.
Cuando salieron del
callejón, Hermione volvió la mirada hacia donde estaba su casa y pudo ver
claramente la Marca Tenebrosa ondeando en el cielo. Tragó grueso, tratando de
dominar las emociones que la embargaban. Habían logrado escapar esta vez.
¿Cuántas veces más lograría hacerlo? Era imperativo que buscara hacer contacto
con alguno de sus amigos o con Draco. Pero ¿Cómo? Respiró profundamente.
Primero lo primero, dejaría a sus padres en un lugar seguro y ella saldría a
buscar ayuda.
*****
En el momento en que
los Granger escapaban del ataque, los miembros de la Orden del Fenix estaban
reunidos en Grimmauld Place, enfrascados en una discusión sobre lo errático del
actuar de Voldemort y sus aliados, porque todavía no habían podido establecer
un patrón sobre las intenciones más cercanas. Harry y Ron se encontraban en la
reunión, aunque eran jóvenes, ambos ya eran mayores de edad y nada los detuvo
en su empeño de participar.
Molly Weasley pensaba
diferente y estaba molesta de que ellos estuvieran allí. Recién salidos de
Hogwarts habían tenido una discusión al respecto. Ella era lo más cercano a una
madre que Harry había conocido. Se sabía querido por ella, pero no dejaría que
le entorpeciera sus planes para liberarse de Voldemort, así que en esa ocasión
la paró en seco.
—Tarde o temprano
tendré que enfrentar a Voldemort. Puedo hacerlo solo o como un miembro de la
Orden —le dijo.
—Y yo le ayudaré —afirmó
Ron decidido. Así que no tuvo más remedio que acceder a que ingresaran como
miembros activos de la Orden, mientras iniciaban sus estudios como aurores.
La mente de Harry
regresó al presente. En esa reunión en Grimmauld Place, echada de menos la mente
analítica de Hermione, que siempre le ayudaba a desenmarañar hasta el nudo más
difícil para plantear soluciones factibles. En realidad, ambos la extrañaban
mucho y parecía que no funcionaban tan bien como cuando enfrentaban las
situaciones con ella.
—El ataque de
Hogsmeade fue sencillamente una demostración de fuerza —expuso Bill Weasley—,
pero ya pasó más de un mes y no han hecho nada más…
—Creo que deben estar
planeando algo más focalizado —les dijo Dumbledore.
—¿Contra usted o
contra Harry? —preguntó Remus Lupin, que también se encontraba con ellos.
—Creo que puede ser
contra cualquiera de nosotros…
En esos momentos entró
Fawkes en la habitación. Dumbledore se puso de pie de golpe y su cara se puso
levemente pálida. Fawkes estaba encargado de avisarle si los Granger hacían uso
del pasadizo secreto. Como si se hubieran puesto de acuerdo, tras Fawkes llegó
el patronus de Severus Snape, que era la forma en que se comunicaban los
miembros de la Orden, para confirmar las sospechas del anciano mago.
—Hermione… —susurró—,
han atacado a Hermione Granger.
Ron y Harry se
pusieron de pie rápidamente, con los semblantes tensos y pálidos. Discutieron
rápidamente sobre la mejor forma de llegar donde Hermione y aunque su casa
estaba conectada a la red flu, decidieron parecerse en un callejón cercano. No
sabían si los mortífagos estaban todavía dentro y si era así, caerían
directamente entre víboras. Otro grupo se dirigió al callejón donde conectaba
el pasadizo secreto, con la esperanza de encontrarlos afuera.
Mil cosas corrieron en
una rápida e incongruente secuencia en las mentes de los dos amigos. Como en
todos los momentos de tensión extrema, hicieron un recuento de todo lo
compartido, de cómo siempre ella había estado a su lado apoyándolos y repasando
las alternativas que pudieran haber evitado este momento.
¡Está embarazada!, se
repetía Harry con desesperación, ¡cómo podrá defenderse con siete meses de
embarazo!
Harry reprimió las
ganas de gritar por la desesperación de encontrar la Marca Tenebrosa flotando
sobre la casa de Hermione. Ron tenía la cara desencajada de dolor, imaginando
que dentro encontrarían el peor de los escenarios. Ambos luchaban por mantener
sus emociones a raya. Antes de acercarse más a la casa, Dumbledore detuvo a Ron
y a Harry.
—Mírame, Harry —pero
lo que el mago recibió fueron unos ojos acusadores que lo observaban como si se
hubiera vuelto loco—. Deben calmarse. Saben perfectamente que Voldemort ha
hecho esto para desestabilizarlos. Sobre todo a ti, Harry. Recuerda que debes
cerrarte porque él puede sentir tus emociones con claridad.
Harry solo hizo un
movimiento afirmativo con la cabeza y se alejó con Ron hacia la casa de
Hermione.
Los aurores también
habían llegado al vecindario y estaban modificando la memoria de los vecinos
que habían presenciado el ataque. Todo el engranaje del Ministerio estaba en
marcha. Kingley Shacklebolt y Dawlish fueron los primeros aurores en entrar a
la casa, seguidos de cerca por Ron y Harry.
—No toquen
absolutamente nada —les ordenó Shacklebolt—, no sabemos la clase de maldiciones
que pueden haber dejado.
Abrieron la puerta con
precaución. Todo estaba destrozado. Los muebles estaban quebrados, los libros
tirados en el suelo, las estanterías destrozadas, hasta los colchones de las
camas tenían la espuma de fuera. Los armarios habían sido completamente
vaciados. Realmente habían sido minuciosos buscando a los Granger, pero no
había ni rastro de la familia. Ni en la casa, ni en el callejón donde terminaba
el pasadizo secreto.
Buscaron en los
alrededores durante toda esa angustiosa tarde, pero todo fue en vano. Los
Weasley, Harry y los amigos de la Orden más cercanos se reunieron en la
madriguera.
—Los mortífagos se han
ido con las manos vacías —dijo Dumbledore.
—También nosotros
—reflexionó Harry con pesar—, porque no hemos podidos ubicarlos.
—Ustedes la conocen
mejor que nadie —les dijo Arthur—, ¿Qué creen que haría en una situación así?
—Lo primero es buscar
un escondite para sus padres y seguramente luego saldría a buscar a algunos de
nosotros —le respondió Ron.
*****
Draco había
permanecido como un león enjaulado en casa de Snape. Sentía que se volvía loco
de desesperación, pero el insufrible de su ex profesor lo había dejado
encerrado en la habitación donde preparaban la poción, mientras se iba a avisar
del ataque a la Orden del Fénix. Quería aparecerse cerca de la casa de
Hermione, pero choco contra las protecciones de la casa de Snape. Había
gritado, maldecido y lanzado todos los utensilios por todo el cuarto he
intentado cualquier cantidad de hechizos con tal de abrir la puerta, pero todo
había sido en vano.
Snape entró con el
semblante serio.
—Los mortífagos no los
encontraron, pero los miembros de la Orden tampoco.
Draco caminó decidido
hacia la puerta. Iba a buscarlos, ni siquiera sabía por dónde comenzar, pero
debía salir de allí a cualquier precio y levantaría hasta la última piedra de
Londres si era necesario.
—Me voy, tengo que
hallarlas —le dijo.
—Tú no vas a ninguna
parte.
—¡ME IMPORTA UNA
MIERDA LO QUE PIENSES! Me largo de aquí… —pero antes de que Draco pudiera
reaccionar, Snape se le abalanzó con fuerza, lo empujo y lo contraminó contra
la pared, agarrándolo duramente por la garganta. Aunque aturdido por el golpe
trató desesperado de zafarse, pero fue rápidamente sometido al ser prácticamente
estrangulado por la mano de Snape.
—¡Tienes que calmarte!
—le siseó furioso—. Tu padre le falló al Señor Tenebroso y te aseguro que
buscará culpar a otro de su error. Tu padre descubrirá todo lo que le has
ocultado hasta ahora si sigues en ese estado y también te aseguro que no le
importará que seas su hijo si con eso puede salvar su pellejo del enojo del
Lord ¡Piensa como la serpiente que eres! Enfría tus emociones y aparta los
recuerdos comprometedores.
—Eso es fácil para
usted decirlo —le replicó con voz medio ahogada—. Es la vida de Hermione y la
de me hija las que están en juego.
Poco a poco, Snape se
fue separando, dejando a Draco apoyado contra la pared y con una expresión de
profunda derrota en el rostro.
—Todos pasamos por
momentos difíciles en las guerras y te enseñaré a sobrevivirlos… Legeremens.
Draco estaba
entrenando en Oclumancia, pero Snape le había soltado el hechizo de golpe.
Mierda.
En un abrir y cerrar
de ojos, Snape había visto todo lo que había pasado ese día: La reunión en el
departamento de los gemelos, la consulta médica, la noticia de que era una
niña, su llegada a Malfoy Manor, su rápida salida y su aviso desesperado.
Draco estaba sudoroso
y temblaba violentamente luego de esa intrusión a su mente.
—Con esa debilidad
mental, te aseguro que los mortífagos nos matarán antes del amanecer. ¡Siéntate
a trabajar! —le ordenó.
Draco se sentó frente
a Snape y continuaron trabajando con la poción. En el transcurso de media hora,
le lanzó al menos cinco veces el hechizo, hasta que Draco consiguió mantenerlo
fuera de su mente y de los recuerdos con Hermione. Solo entonces le permitió
volver a Malfoy Manor.
Cuando llegó a Malfoy
Manor estaba más sereno, pero entró con el ceño fruncido y sus facciones más
endurecidas de lo normal. Sus padres estaban en la biblioteca, al parecer
enfrascados en una conversación bastante tensa. No estaban discutiendo, pero la
tensión podía palparse en el ambiente. Draco entró a la estancia y vio a su
padre con profundo desdén. Lucius sostenía un vaso con whisky de fuego, estaba
de pie ligeramente apoyado en la chimenea y tenía el semblante mucho más pálido
de lo habitual. Narcisa estaba sentada en una de los sillones de cuero y lo vio
con expresión preocupada.
—¿Te divertiste con la
sangre sucia? —le preguntó con sarcasmo.
—Antes que nada soy tu
padre, así que me cambias ese tono. Y no, no me divertí porque la sangre sucia
se nos fue de las manos…
—¡Vaya! Me supongo que
el Lord se pondrá muy contento.
—Draco, déjate de
mierdas de niño caprichoso. Me gustaría verte antes de lanzar un Avada Kedavra para ver si tienes las
agallas de hacerlo. Mejor dame las gracias por haberte dejado, así no tendrás
que sufrir ningún crucio por haber
fallado en la misión —le respondió su padre.
Mientras hablaba,
Lucius se había acercado hasta quedar frente a frente con su hijo y Draco lo
sintió tratar de entrar en su mente.
—¿Qué pretendes
encontrar, padre?
—Dímelo tú, porque no
me dejas ver nada…
—Simplemente no me da
la gana de enseñarte nada. De todas maneras no soy lo suficiente hombre para
tus misiones, así que no pierdas el tiempo hurgando entre mis niñerías.
Y sin esperar una
respuesta de su padre, dio media vuelta y salió de la biblioteca, dejando a
Lucius y Narcisa sumidos en un profundo silencio.
Subió a su habitación
y con semblante serio y pensativo se cambió de ropa. Se tiró boca arriba sobre
la cama repasando todo lo que había sucedido ese día. Si tan solo supiera donde
comenzar a buscar… se sentía completamente desorientado en el Londres muggle.
Pensó en lo tontos que habían sido al no establecer un punto de encuentro por
si pasaba algo así y deseó con todas sus fuerzas que Hermione y sus padres
estuvieran en un lugar seguro.
Decidió ir a la tienda de los gemelos al día siguiente para averiguar
algo sobre Hermione. Dio mil vueltas en la cama, cavilando sobre muchas cosas
hasta que en la madrugada finalmente lo venció el sueño y se quedó dormido.
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