Hermione lo vio con
los ojos desorbitados y no supo qué responder. Sentía su estómago comprimido al
verse parcialmente descubierta. Harry se había puesto de pie, estaba furioso
por el hallazgo y el resto de sus amigos la miró con sorpresa e incredulidad.
Ella repasó mentalmente todas las opciones para salir bien librada del momento,
pero el exceso de cansancio le jugó una mala pasada, porque solo escondió el rostro
entre sus manos y comenzó a llorar, en muda afirmación a la acusación de su
amigo. Harry siguió hablando implacable.
—¿Cómo has podido
hacernos esto? ¿Dónde está tu lealtad? ¿Con él o con la Orden?…
—Harry, este no es
momento —lo interrumpió
Dumbledore, tratando vanamente de apaciguarlo.
—Claro que es el
momento, profesor —contestó
testarudo y volviéndose a ella, la siguió presionando—. ¡Respóndeme! No eres más que una
traidora…
Hermione podía ser
acusada de cualquier cosa, menos de dar la espalda a los ideales de la Orden.
Ella, que a pesar de sus talentos había sido tratada como una bruja de segunda,
precisamente por no ser sangre pura. Ella, que trabajaba por igualdad y el
trato tolerante dentro del mundo mágico. Primero, levantó el rostro y vio a Harry
con una expresión de indignación, se puso de pie furiosa y aún con el rostro
bañado en lágrimas encaró a su amigo con decisión.
—¡No me llames
traidora! ¡Jamás te atrevas a juzgarme de nuevo, Harry Potter! Mi lealtad está
firmemente cimentada con la Orden, ¡No vuelvas a dudarlo! La lealtad de él
también está con nosotros aunque en estos momentos parezca estar en el lado
oscuro. Él también trabaja para la Orden y ¡Eso es todo lo que voy a decirte! Allá
tú si quieres creerlo o no…
—¡Eres una mentirosa! —le rebatió Harry que
se resistía a creer en sus palabras.
—¡Ya basta, Harry! Es
suficiente. Yo respaldo las palabras de Hermione —habló Dumbledore con firmeza—, sí, es cierto, él es
un mortífago, pero trabaja como espía para nosotros. Y si ella no les dice su
identidad, es porque yo así lo he pedido. Todavía no es el momento de que él
revele quien es, incluso dentro de la Orden. ¿Están entendidos?
—Sí —respondieron todos.
Sus caras de sorpresa eran más que evidentes. Harry la vio con severidad y
Hermione supo que estaba reprimiendo las ganas de continuar la discusión.
Hermione vio a
Dumbledore con agradecimiento, ya que en esos momentos lo que menos quería era
discutir con sus mejores amigos. Por su parte, el director sabía que si no la
apoyaba con una afirmación como la que había hecho, ese par de testarudos que
tenía por amigos le harían la vida miserable en lo que comprendían la
complejidad de sentimientos que atravesaban el corazón de Hermione. Y lo menos
conveniente ahora que comenzaba la guerra, eran las crisis internas entre el
trío de amigos, crisis que podían incluso desestabilizar un poco las cosas
dentro de la Orden.
—¿Algo más que quiera
decirnos, señorita Granger? —le preguntó Dumbledore.
Hermione solo negó con
la cabeza. Estaba cansada, lo único que quería hacer era salir de allí y
dormir.
—Pasarán la noche en la
sala común de Gryffindor. Allí les hemos colocado unas camas y les hemos traído
ropa limpia —les
explicó McGonagall.
Todos se retiraron del
despacho en silencio, demasiado impactados por los sucesos del día y por el
descubrimiento de la relación de Hermione. Al salir de la dirección, Snape
retuvo a Hermione unos minutos.
—No sé si sabe…
—Sé que usted es
nuestro enlace —le
respondió secamente y cuando vio su mirada añadió—: Disculpe profesor,
pero es que estoy muy cansada.
Snape curvó los labios
en un intento de sonrisa.
—Pensé que lo sucedido
allá adentro había sido casualidad, no todos logran interpretar mis miradas.
—Después de siete años
de clases torturantes con usted, esta sabelotodo insufrible debía aprender
algo, ¿no cree? —le
dijo con amigable ironía y una meda sonrisa.
—Bien. Cualquier cosa,
solo mándeme una lechuza.
—Primero me la mandará
usted, porque necesito saber con urgencia si él está bien.
—Así lo haré. Buenas
noches, señorita Granger.
—Buenas noches,
profesor.
Sus amigos se habían
adelantado a la torre de Gryffindor y mientras Hermione caminaba sola los
pasillos de Hogwarts, no pudo evitar sentir la nostalgia por los tiempos de
estudiante, cuando su vida y la de Draco estaban protegidas dentro de esos
muros. Como extrañaba esas rondas nocturnas y la cercanía de Draco.
Estar lejos de él se
le había convertido en una pesada carga. Es cierto que sus padres le ayudaban y
la apoyaban, pero continuaba sola. La separación hacía que por momentos se
sintiera abandonada como si de verdad fuera madre soltera. Todas las noches
lloraba un poco, anhelando irse a la cama con Draco, de compartir la vida con
él como dos personas normales y sólo lograba calmarse cuando sentía al bebé
moverse en su vientre, como en un recordatorio de que los tiempos difíciles no
serían eternos. Y que probablemente, algún día podrían compartir una rutina de
casa, niños y trabajos.
Al llegar a la torre,
se encontró a Ginny esperándola junto al retrato de la Dama Gorda con actitud
pensativa.
—Lamento la reacción
de Harry, pero debes comprender que la noticia nos tomó por sorpresa —contrario
a lo que Hermione esperaba, Ginny hablaba de manera conciliadora.
—Lo sé, Ginny, pero no
puedo decirte que lo lamento. Solo mira cómo se puso y eso que el profesor
Dumbledore me respaldó. ¿Qué crees que habría pasado si se lo hubiera dicho de
otra manera? Nunca me habría creído…
—Tienes razón, pero no
te estoy esperando para que me des explicaciones. Tal vez Harry y Ron estén
disgustados contigo en este momento, realmente no lo sé porque no dijeron
absolutamente nada desde que salimos de la dirección… pero la cuestión es que
quiero decirte que cuentas con mi apoyo…, incondicionalmente…, no me importa
quién es el padre de tu bebé. Soy tú amiga y si tú confías en él, yo aprenderé
a hacerlo también.
Por toda respuesta,
Hermione le dio un fuerte abrazo. Era un consuelo saber que contaba con la
pelirroja, aunque Harry y Ron estuvieran molestos. Cuando entraron a la torre,
un largo baño con agua caliente la relajó de todas las tensiones del día y fue
todo un alivio poder ponerse ropa limpia. Pero al salir a la sala común, se
encontró a los chicos esperándola sentados en el sillón que estaba frente a la
chimenea. Precisamente ese, donde siempre se habían hecho todo tipo de
confidencias. Ella se sentó entre los dos y Ron la abrazó brindándole su mudo
apoyo, pero Harry estaba más recio a aceptar la situación. Los tres
permanecieron en silencio.
—¿Estás segura de lo
que estás haciendo? —le preguntó Harry, luego de dar un profundo suspiro.
—Sí.
—Esa situación agrava
el peligro en el que ya te encuentras ¿estás consciente de eso?
—Siempre lo he estado,
Harry. Él y yo siempre lo supimos. Estuvimos juntos todo el séptimo año y nos
planteamos cómo enfrentar todos los escenarios posibles para cuando
termináramos la escuela.
Ciertamente, el
embarazo no fue planeado, pero hemos decidido seguir adelante.
Los tres permanecieron
en silencio un rato más. Luego Hermione recordó la otra parte de su
conversación con Draco.
—Hay algo que no
mencioné en nuestra reunión con Dumbledore…
Sus amigos la vieron
con interés.
—Los mortífagos nos
tienen vigilados. Nuestros ex compañeros Crabbe, Goyle y Zabini se encargan de
eso, así que debemos movernos con mucho cuidado. Más ustedes, porque yo
escasamente salgo de la rutina de mis clases en San Mungo.
—¿Esa también fue parte
de la charla en el baño? —preguntó Ron.
—Sí, me explicó que
por eso no ha podido comunicarse conmigo, ni siquiera por lechuza.
—Al menos deberías
darnos una pista, para hacernos una idea de qué clase de persona es —le pidió
Ron. Ella volvió a verlo e inmediatamente supo que hablaba muy en serio.
—Imagínate al peor —le
respondió.
—El peor para mí sería
Severus Snape, pero no creo que hayas caído tan bajo —le dijo Harry con ironía.
—No, Harry, definitivamente
no he caído tan bajo —le dijo con una risita cargada de tristeza e
inmediatamente se puso seria—. Pero no me gusta que hables así de mi vida
privada. En primer lugar, no tengo que pedirte permiso para amarlo y en
segundo, no soy ni tu hija ni tu hermana para que te pongas en ese plan. Soy tu
amiga y eso incluye respetar las decisiones de mi corazón.
—Y trato de
respetarlas, pero la amistad incluye decir la que nos parece bien o no. Y
honestamente, no me parece bien que nos sigas ocultando de quien se trata —le
comentó Harry muy obstinadamente y cuando vio la expresión de sus cara añadió—.
¡Ya sé lo que dijo Dumbledore! Pero eso no quita que me sienta defraudado de mi
mejor amiga.
—Lamento mucho
decepcionarte, pero tendrás que aprender a vivir con ese sentimiento, porque yo
no pienso decirte más por el momento.
Ron sintió que las
cosas se estaban poniendo tensas de nuevo, así que les sugirió que se fueran a
la cama. Ya era muy tarde y al día siguiente tenían que salir temprano para sus
casas. Él podía comprender a Harry, pues también se sentía excluido de esa
parte de la vida de Hermione, como si no fueran dignos de confianza, pero
también admitía que su amigo estaba reaccionando en exceso. Si las cosas se ponían
peor, sería difícil tomar partido por ninguno de los dos. Ambos eran sus
mejores amigos.
*****
Tres semanas después
del ataque a Hogsmeade, las cosas en el mundo mágico se estaban calmando un
poco. La gente seguía temerosa de que continuaran las embestidas a gran escala,
pero todos estaban tratando de llevar una vida casi normal.
Era finales de
noviembre y las temperaturas habían comenzado a bajar. Ese día de otoño había
amanecido gris. Amenazaba con llover y una brisa helada danzaba calando los huesos
de los peatones, pero Draco caminaba por el Callejón Diagon con su paso altivo
y seguro, sin notar las bajas temperaturas y el tono grisáceo del día. Iba a
encontrarse con Hermine después de varios meses y eso provocaba que un fuerte
calor atravesara su cuerpo.
La había extrañado
tanto que sentía un constante vacío en su pecho y pasaba los días pensando en
qué estaría haciendo ella. Era un recuerdo constante, que únicamente era
apartado de su mente en presencia de su padre y en las reuniones de los mortífagos.
Un descuido detectado por legeremancia podía arruinar su futuro con Hermione.
Había recibido la
carta de Snape dos días atrás, diciéndole que la “poción doble” estaría
esperándolo en el N° 93 de Callejón Diagon. ¡Hermione había encontrado un lugar
donde podían verse! Y después de meses, sintió la ilusión de poder verla y
abrazarla. Sin embargo, cuando llegó a la dirección indicada no pudo evitar
fruncir el ceño.
Debí haberlo imaginado,
pensó cuando vio el letrero de Sortilegios Weasley a la entrada de la tienda.
Vio a Crabbe apostado
en el local de enfrente, pendiente de los movimientos de Hermione, así que
según lo convenido, se dirigió con sigilo a la puerta trasera, tocó tres veces
y esperó a que la abrieran.
George Weasley no pudo
evitar la sorpresa en su rostro en cuanto asomó su cabeza por la puerta.
Hermione les había buscado hacía unos días para pedirles prestado su
apartamento para reunirse con el padre de su hijo. A los gemelos les pareció
gracioso que Hermione lo hiciera sonrojada, como confirmándoles que quería el
apartamento solo para platicar. Y no pudieron negarse. Le tenían demasiado
cariño y se le notaba que estaba sufriendo mucho con la separación. Ambos
hicieron conjeturas sobre quien sería, pero definitivamente nada los preparó para
ver a Draco Malfoy en la puerta trasera de su negocio.
—Busco a Croockshanks —les
dijo Draco como habían acordado para reconocerse.
—Está al subir las
escaleras —le respondió George, todavía con expresión de sorpresa.
A pesar de su natural
arrogancia y sus perennes muecas de desdén, Draco prácticamente corrió
escaleras arriba, lo que hizo que los gemelos sonrieran ante su impaciencia.
Tocó suavemente la puerta y entró. El apartamento era pequeño, con lo justo
para dos solteros dedicados enteramente a sus negocios.
Pero Draco no estaba
para observar el apartamento.
Sus ojos buscaron con
ansiedad a Hermione y en cuanto la vio levantarse pesadamente del sofá, se
acercó a ella con toda la pasión que había venido acumulando en los meses de
separación. La tomó por la cintura y le acarició la barriga, mientras Hermione
levantaba sus manos y las enlazaba atrás de su nuca. Los dos se estremecieron y
gimieron con solo tocarse, y se volcaron en un beso brutal, de ansias y deseos
contenidos.
Tratando de no romper
el beso, se dirigieron a una de las habitaciones. Draco cerró la puerta y lanzó
un hechizo silenciador a la habitación.
Con dedos trémulos,
comenzaron a desvestirse uno al otro. Hermione abrió la túnica de Draco y la
deslizó sobre sus hombros. Poco a poco fue desabotonando su camisa, mientras
iba besando cada trozo de piel que quedaba expuesto. Draco se dejó acariciar
mientras aspiraba a bocanadas el aire de la habitación. Pronto quedó con el
torso desnudo y no pudo esperar más.
Tomándola con ambas
manos por las mejillas, hizo que Hermione levantara la cara de su cuello y
comenzó a besarla de nuevo, introduciendo su lengua profundamente, bebiendo de
esos labios que tanto había extrañado. Y entonces, fue su turno de despojarla
de sus ropas. Le sacó la blusa y le quitó el brasier, envolviendo con sus manos
sus pechos crecidos por la maternidad. Cuando ella estuvo completamente
desnuda, la llevó hacia la cama y la tendió en ella. Él se quedó sentado a un
costado de la cama, acariciándola y contemplando las nuevas formas que había
ganado en esos meses.
—Estás hermosa —le
susurró, mientras Hermione se sonrojaba por el intenso escrutinio al que era
sometido su cuerpo. La deseaba con locura. Él se quitó los pantalones y se
metió a la cama con ella. Se enredó en su cuerpo, se colocó de forma de no
lastimarle su abultado vientre y le hizo el amor como un desesperado.
Momentos después,
estaban tendidos en la cama recuperando la respiración. Permanecían abrazados.
La cabeza de Hermione descansaba sobre el pecho desnudo de Draco. Él dio un
hondo suspiro.
—¿Confías en todos los
Weasley’s? —le preguntó a quemarropa.
—A excepción de Percy,
confío a ojos cerrados en todos ellos. Aunque no a todos les pediría prestado
el apartamento, ¿sabes? Pensé mucho donde podíamos vernos y creo que encontré
un buen lugar.
—Al principio no me
pareció buena idea, pero en realidad esos dos no se escandalizan con nada,
¿verdad?
Hermione solo sonrió
con el comentario.
Permanecieron largo
rato en silencio, solo acariciándose suavemente. Luego, Hermione pareció
recordar algo, abrió la boca para decirle algo, pero se detuvo. Finalmente se
lo dijo.
—En dos semanas tengo
una consulta en una clínica muggle.
—¿Para qué? ¿No te
estás chequeando el embarazo en San Mungo?
—Sí, pero es que
quiero hacerme un ultrasonido… —Draco la vio con un gran signo de interrogación
dibujado en la cara y ella le explicó—. Es un aparato muggle que ayuda a ver a
los bebés dentro del vientre… ayuda a descartar enfermedades o malformaciones…,
y nos pueden decir el sexo del bebé… ¿quieres venir conmigo?
—Sí, creo que no
comprenderé el funcionamiento de ese cacharro hasta que lo vea… pero quiero
estar allí, sobre todo si nos dicen si es niño o niña —le respondió.
Hermione rió por el comentario de Draco y le dio un beso suave en el
pecho. Se quedaron en la cama sintiéndose mutuamente, hasta que fue momento de
volver a la realidad.
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