Camarita


martes, 10 de marzo de 2015

Capítulo 8: Revelaciones a Medias

Hermione lo vio con los ojos desorbitados y no supo qué responder. Sentía su estómago comprimido al verse parcialmente descubierta. Harry se había puesto de pie, estaba furioso por el hallazgo y el resto de sus amigos la miró con sorpresa e incredulidad. Ella repasó mentalmente todas las opciones para salir bien librada del momento, pero el exceso de cansancio le jugó una mala pasada, porque solo escondió el rostro entre sus manos y comenzó a llorar, en muda afirmación a la acusación de su amigo. Harry siguió hablando implacable.
¿Cómo has podido hacernos esto? ¿Dónde está tu lealtad? ¿Con él o con la Orden?…
Harry, este no es momento lo interrumpió Dumbledore, tratando vanamente de apaciguarlo.
Claro que es el momento, profesor contestó testarudo y volviéndose a ella, la siguió presionando. ¡Respóndeme! No eres más que una traidora…
Hermione podía ser acusada de cualquier cosa, menos de dar la espalda a los ideales de la Orden. Ella, que a pesar de sus talentos había sido tratada como una bruja de segunda, precisamente por no ser sangre pura. Ella, que trabajaba por igualdad y el trato tolerante dentro del mundo mágico. Primero, levantó el rostro y vio a Harry con una expresión de indignación, se puso de pie furiosa y aún con el rostro bañado en lágrimas encaró a su amigo con decisión.
¡No me llames traidora! ¡Jamás te atrevas a juzgarme de nuevo, Harry Potter! Mi lealtad está firmemente cimentada con la Orden, ¡No vuelvas a dudarlo! La lealtad de él también está con nosotros aunque en estos momentos parezca estar en el lado oscuro. Él también trabaja para la Orden y ¡Eso es todo lo que voy a decirte! Allá tú si quieres creerlo o no…
¡Eres una mentirosa! le rebatió Harry que se resistía a creer en sus palabras.
¡Ya basta, Harry! Es suficiente. Yo respaldo las palabras de Hermione habló Dumbledore con firmeza, sí, es cierto, él es un mortífago, pero trabaja como espía para nosotros. Y si ella no les dice su identidad, es porque yo así lo he pedido. Todavía no es el momento de que él revele quien es, incluso dentro de la Orden. ¿Están entendidos?
respondieron todos. Sus caras de sorpresa eran más que evidentes. Harry la vio con severidad y Hermione supo que estaba reprimiendo las ganas de continuar la discusión.
Hermione vio a Dumbledore con agradecimiento, ya que en esos momentos lo que menos quería era discutir con sus mejores amigos. Por su parte, el director sabía que si no la apoyaba con una afirmación como la que había hecho, ese par de testarudos que tenía por amigos le harían la vida miserable en lo que comprendían la complejidad de sentimientos que atravesaban el corazón de Hermione. Y lo menos conveniente ahora que comenzaba la guerra, eran las crisis internas entre el trío de amigos, crisis que podían incluso desestabilizar un poco las cosas dentro de la Orden.
¿Algo más que quiera decirnos, señorita Granger? le preguntó Dumbledore.
Hermione solo negó con la cabeza. Estaba cansada, lo único que quería hacer era salir de allí y dormir.
Pasarán la noche en la sala común de Gryffindor. Allí les hemos colocado unas camas y les hemos traído ropa limpia les explicó McGonagall.
Todos se retiraron del despacho en silencio, demasiado impactados por los sucesos del día y por el descubrimiento de la relación de Hermione. Al salir de la dirección, Snape retuvo a Hermione unos minutos.
No sé si sabe…
Sé que usted es nuestro enlace le respondió secamente y cuando vio su mirada añadió—: Disculpe profesor, pero es que estoy muy cansada.
Snape curvó los labios en un intento de sonrisa.
Pensé que lo sucedido allá adentro había sido casualidad, no todos logran interpretar mis miradas.
Después de siete años de clases torturantes con usted, esta sabelotodo insufrible debía aprender algo, ¿no cree? le dijo con amigable ironía y una meda sonrisa.
Bien. Cualquier cosa, solo mándeme una lechuza.
Primero me la mandará usted, porque necesito saber con urgencia si él está bien.
—Así lo haré. Buenas noches, señorita Granger.
—Buenas noches, profesor.
Sus amigos se habían adelantado a la torre de Gryffindor y mientras Hermione caminaba sola los pasillos de Hogwarts, no pudo evitar sentir la nostalgia por los tiempos de estudiante, cuando su vida y la de Draco estaban protegidas dentro de esos muros. Como extrañaba esas rondas nocturnas y la cercanía de Draco.
Estar lejos de él se le había convertido en una pesada carga. Es cierto que sus padres le ayudaban y la apoyaban, pero continuaba sola. La separación hacía que por momentos se sintiera abandonada como si de verdad fuera madre soltera. Todas las noches lloraba un poco, anhelando irse a la cama con Draco, de compartir la vida con él como dos personas normales y sólo lograba calmarse cuando sentía al bebé moverse en su vientre, como en un recordatorio de que los tiempos difíciles no serían eternos. Y que probablemente, algún día podrían compartir una rutina de casa, niños y trabajos.
Al llegar a la torre, se encontró a Ginny esperándola junto al retrato de la Dama Gorda con actitud pensativa.
—Lamento la reacción de Harry, pero debes comprender que la noticia nos tomó por sorpresa —contrario a lo que Hermione esperaba, Ginny hablaba de manera conciliadora.
—Lo sé, Ginny, pero no puedo decirte que lo lamento. Solo mira cómo se puso y eso que el profesor Dumbledore me respaldó. ¿Qué crees que habría pasado si se lo hubiera dicho de otra manera? Nunca me habría creído…
—Tienes razón, pero no te estoy esperando para que me des explicaciones. Tal vez Harry y Ron estén disgustados contigo en este momento, realmente no lo sé porque no dijeron absolutamente nada desde que salimos de la dirección… pero la cuestión es que quiero decirte que cuentas con mi apoyo…, incondicionalmente…, no me importa quién es el padre de tu bebé. Soy tú amiga y si tú confías en él, yo aprenderé a hacerlo también.
Por toda respuesta, Hermione le dio un fuerte abrazo. Era un consuelo saber que contaba con la pelirroja, aunque Harry y Ron estuvieran molestos. Cuando entraron a la torre, un largo baño con agua caliente la relajó de todas las tensiones del día y fue todo un alivio poder ponerse ropa limpia. Pero al salir a la sala común, se encontró a los chicos esperándola sentados en el sillón que estaba frente a la chimenea. Precisamente ese, donde siempre se habían hecho todo tipo de confidencias. Ella se sentó entre los dos y Ron la abrazó brindándole su mudo apoyo, pero Harry estaba más recio a aceptar la situación. Los tres permanecieron en silencio.
—¿Estás segura de lo que estás haciendo? —le preguntó Harry, luego de dar un profundo suspiro.
—Sí.
—Esa situación agrava el peligro en el que ya te encuentras ¿estás consciente de eso?
—Siempre lo he estado, Harry. Él y yo siempre lo supimos. Estuvimos juntos todo el séptimo año y nos planteamos cómo enfrentar todos los escenarios posibles para cuando termináramos la escuela.
Ciertamente, el embarazo no fue planeado, pero hemos decidido seguir adelante.
Los tres permanecieron en silencio un rato más. Luego Hermione recordó la otra parte de su conversación con Draco.
—Hay algo que no mencioné en nuestra reunión con Dumbledore…
Sus amigos la vieron con interés.
—Los mortífagos nos tienen vigilados. Nuestros ex compañeros Crabbe, Goyle y Zabini se encargan de eso, así que debemos movernos con mucho cuidado. Más ustedes, porque yo escasamente salgo de la rutina de mis clases en San Mungo.
—¿Esa también fue parte de la charla en el baño? —preguntó Ron.
—Sí, me explicó que por eso no ha podido comunicarse conmigo, ni siquiera por lechuza.
—Al menos deberías darnos una pista, para hacernos una idea de qué clase de persona es —le pidió Ron. Ella volvió a verlo e inmediatamente supo que hablaba muy en serio.
—Imagínate al peor —le respondió.
—El peor para mí sería Severus Snape, pero no creo que hayas caído tan bajo —le dijo Harry con ironía.
—No, Harry, definitivamente no he caído tan bajo —le dijo con una risita cargada de tristeza e inmediatamente se puso seria—. Pero no me gusta que hables así de mi vida privada. En primer lugar, no tengo que pedirte permiso para amarlo y en segundo, no soy ni tu hija ni tu hermana para que te pongas en ese plan. Soy tu amiga y eso incluye respetar las decisiones de mi corazón.
—Y trato de respetarlas, pero la amistad incluye decir la que nos parece bien o no. Y honestamente, no me parece bien que nos sigas ocultando de quien se trata —le comentó Harry muy obstinadamente y cuando vio la expresión de sus cara añadió—. ¡Ya sé lo que dijo Dumbledore! Pero eso no quita que me sienta defraudado de mi mejor amiga.
—Lamento mucho decepcionarte, pero tendrás que aprender a vivir con ese sentimiento, porque yo no pienso decirte más por el momento.
Ron sintió que las cosas se estaban poniendo tensas de nuevo, así que les sugirió que se fueran a la cama. Ya era muy tarde y al día siguiente tenían que salir temprano para sus casas. Él podía comprender a Harry, pues también se sentía excluido de esa parte de la vida de Hermione, como si no fueran dignos de confianza, pero también admitía que su amigo estaba reaccionando en exceso. Si las cosas se ponían peor, sería difícil tomar partido por ninguno de los dos. Ambos eran sus mejores amigos.

*****

Tres semanas después del ataque a Hogsmeade, las cosas en el mundo mágico se estaban calmando un poco. La gente seguía temerosa de que continuaran las embestidas a gran escala, pero todos estaban tratando de llevar una vida casi normal.
Era finales de noviembre y las temperaturas habían comenzado a bajar. Ese día de otoño había amanecido gris. Amenazaba con llover y una brisa helada danzaba calando los huesos de los peatones, pero Draco caminaba por el Callejón Diagon con su paso altivo y seguro, sin notar las bajas temperaturas y el tono grisáceo del día. Iba a encontrarse con Hermine después de varios meses y eso provocaba que un fuerte calor atravesara su cuerpo.
La había extrañado tanto que sentía un constante vacío en su pecho y pasaba los días pensando en qué estaría haciendo ella. Era un recuerdo constante, que únicamente era apartado de su mente en presencia de su padre y en las reuniones de los mortífagos. Un descuido detectado por legeremancia podía arruinar su futuro con Hermione.
Había recibido la carta de Snape dos días atrás, diciéndole que la “poción doble” estaría esperándolo en el N° 93 de Callejón Diagon. ¡Hermione había encontrado un lugar donde podían verse! Y después de meses, sintió la ilusión de poder verla y abrazarla. Sin embargo, cuando llegó a la dirección indicada no pudo evitar fruncir el ceño.
Debí haberlo imaginado, pensó cuando vio el letrero de Sortilegios Weasley a la entrada de la tienda.
Vio a Crabbe apostado en el local de enfrente, pendiente de los movimientos de Hermione, así que según lo convenido, se dirigió con sigilo a la puerta trasera, tocó tres veces y esperó a que la abrieran.
George Weasley no pudo evitar la sorpresa en su rostro en cuanto asomó su cabeza por la puerta. Hermione les había buscado hacía unos días para pedirles prestado su apartamento para reunirse con el padre de su hijo. A los gemelos les pareció gracioso que Hermione lo hiciera sonrojada, como confirmándoles que quería el apartamento solo para platicar. Y no pudieron negarse. Le tenían demasiado cariño y se le notaba que estaba sufriendo mucho con la separación. Ambos hicieron conjeturas sobre quien sería, pero definitivamente nada los preparó para ver a Draco Malfoy en la puerta trasera de su negocio.
—Busco a Croockshanks —les dijo Draco como habían acordado para reconocerse.
—Está al subir las escaleras —le respondió George, todavía con expresión de sorpresa.
A pesar de su natural arrogancia y sus perennes muecas de desdén, Draco prácticamente corrió escaleras arriba, lo que hizo que los gemelos sonrieran ante su impaciencia. Tocó suavemente la puerta y entró. El apartamento era pequeño, con lo justo para dos solteros dedicados enteramente a sus negocios.
Pero Draco no estaba para observar el apartamento.
Sus ojos buscaron con ansiedad a Hermione y en cuanto la vio levantarse pesadamente del sofá, se acercó a ella con toda la pasión que había venido acumulando en los meses de separación. La tomó por la cintura y le acarició la barriga, mientras Hermione levantaba sus manos y las enlazaba atrás de su nuca. Los dos se estremecieron y gimieron con solo tocarse, y se volcaron en un beso brutal, de ansias y deseos contenidos.
Tratando de no romper el beso, se dirigieron a una de las habitaciones. Draco cerró la puerta y lanzó un hechizo silenciador a la habitación.
Con dedos trémulos, comenzaron a desvestirse uno al otro. Hermione abrió la túnica de Draco y la deslizó sobre sus hombros. Poco a poco fue desabotonando su camisa, mientras iba besando cada trozo de piel que quedaba expuesto. Draco se dejó acariciar mientras aspiraba a bocanadas el aire de la habitación. Pronto quedó con el torso desnudo y no pudo esperar más.
Tomándola con ambas manos por las mejillas, hizo que Hermione levantara la cara de su cuello y comenzó a besarla de nuevo, introduciendo su lengua profundamente, bebiendo de esos labios que tanto había extrañado. Y entonces, fue su turno de despojarla de sus ropas. Le sacó la blusa y le quitó el brasier, envolviendo con sus manos sus pechos crecidos por la maternidad. Cuando ella estuvo completamente desnuda, la llevó hacia la cama y la tendió en ella. Él se quedó sentado a un costado de la cama, acariciándola y contemplando las nuevas formas que había ganado en esos meses.
—Estás hermosa —le susurró, mientras Hermione se sonrojaba por el intenso escrutinio al que era sometido su cuerpo. La deseaba con locura. Él se quitó los pantalones y se metió a la cama con ella. Se enredó en su cuerpo, se colocó de forma de no lastimarle su abultado vientre y le hizo el amor como un desesperado.
Momentos después, estaban tendidos en la cama recuperando la respiración. Permanecían abrazados. La cabeza de Hermione descansaba sobre el pecho desnudo de Draco. Él dio un hondo suspiro.
—¿Confías en todos los Weasley’s? —le preguntó a quemarropa.
—A excepción de Percy, confío a ojos cerrados en todos ellos. Aunque no a todos les pediría prestado el apartamento, ¿sabes? Pensé mucho donde podíamos vernos y creo que encontré un buen lugar.
—Al principio no me pareció buena idea, pero en realidad esos dos no se escandalizan con nada, ¿verdad?
Hermione solo sonrió con el comentario.
Permanecieron largo rato en silencio, solo acariciándose suavemente. Luego, Hermione pareció recordar algo, abrió la boca para decirle algo, pero se detuvo. Finalmente se lo dijo.
—En dos semanas tengo una consulta en una clínica muggle.
—¿Para qué? ¿No te estás chequeando el embarazo en San Mungo?
—Sí, pero es que quiero hacerme un ultrasonido… —Draco la vio con un gran signo de interrogación dibujado en la cara y ella le explicó—. Es un aparato muggle que ayuda a ver a los bebés dentro del vientre… ayuda a descartar enfermedades o malformaciones…, y nos pueden decir el sexo del bebé… ¿quieres venir conmigo?
—Sí, creo que no comprenderé el funcionamiento de ese cacharro hasta que lo vea… pero quiero estar allí, sobre todo si nos dicen si es niño o niña —le respondió.
Hermione rió por el comentario de Draco y le dio un beso suave en el pecho. Se quedaron en la cama sintiéndose mutuamente, hasta que fue momento de volver a la realidad.

1 comentario:

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