Camarita


jueves, 12 de marzo de 2015

Capítulo 10: Sin Señales de Vida

Los Granger estaban arremolinados en el rellano de la escalera. Estaban aterrorizados. Hacía tan solo unos meses, habían estado maravillados con el mundo mágico en el que vivía su hija. Ahora estaban por ser cazados por el lado oscuro de ese mundo. Hermione sostenía con fuerza su varita, aunque todavía no estaba segura de lo que debía hacer. Salir era claramente un suicidio y solo era cuestión de tiempo que los descubrieran bajo las gradas. Lo avanzado de su embarazo le impedía aparecerse, mucho menos podía hacerlo trasladando a sus padres junto a ella.
Contuvieron la respiración mientras escuchaban cómo los mortífagos comenzaban a destrozar la casa.
—Hermione, conjura un Lumus —le susurró su padre.
—¿Cómo sabes…?
—¡Por un demonio, Hermione! —siseó con desesperación—. Nos van a achicharrar vivos y tú haciendo preguntas… ¡conjúralo!
La punta de la varita de Hermione emitió una lucecita tenue, lo suficiente como para que pudieran verse los rostros. Los tres sentían a Crookshanks deslizarse entre sus piernas y solo esperaban que no se pusiera a maullar, delatando su escondite. A pasar del pequeño espacio y siendo lo más sigiloso posible, su padre alcanzó a abrir una pequeña puerta de la que sacó apresurado tres bolsas de tela con ropa para cada uno. Las dos mujeres lo vieron con asombro, pero lo importante era salir de allí, las explicaciones podían venir después.
Con dedos trémulos, Mark sacó su billetera de la parte de atrás de su pantalón y extrajo un trozo de pergamino arrugado. Hermione seguía atenta todos los movimientos de su padre. Él le entregó el pergamino. “Invoca este hechizo y dirige tu varita a la pared del fondo”, le indicó a su hija.
Hermione tenía muchas preguntas en su cabeza pero se concentró lo suficiente para poder hacer el hechizo:
Inter spem et metum
Audemus jura nostra defender
Nulli expugnabilis hosti
¡Liberate me ex infernis!
(Entre la esperanza y el miedo,
Nos atrevemos a defender nuestros derechos
Inexpugnable para cualquier enemigo
¡Libérame del infierno!)
En cuanto terminó de leerlo, una puerta comenzó a aparecer y se materializó en la pared del fondo. Hermione y su madre abrieron los ojos con sorpresa.
—Salgamos de aquí —las empujó su padre. Bajaron tres escalones con cuidado hasta llegar a un pasillo de piedra. Crookshanks como siempre se movió tras ellos. A Hermione se le hizo muy familiar, pues era muy parecido a los pasadizos secretos de Hogwarts. Y entonces, por indicaciones de Mark, leyó lo que estaba escrito en la parte de atrás del pergamino.
Per ardua ad astra
(De la adversidad a las estrellas)
Y la puerta desapareció.
Hubo un segundo de oscuridad que les hizo estremecerse, pero antes de que Hermione conjurara de nuevo un lumus, se encendieron antorchas a lo largo de todo el pasadizo. Hermione levantó a Crookshanks en sus brazos y con sus padres comenzó a caminar por el pasillo.
—¿Adónde saldremos? —le preguntó a su padre.
—No lo sé. Cuando Dumbledore vino a la casa, solo me dio las instrucciones de lo que debíamos hacer en caso de un ataque, pero no recorrimos este pasillo.
—¿Por qué no nos dijiste nada? Ni siquiera sabíamos que tenías ropa preparada en caso de que tuviéramos que huir… —le dijo su esposa.
—Me preparé, sí, pero en el fondo pensé que todos los magos que llegaron a casa estaban siendo muy alarmantes. Así que no quise preocuparte de más. Hermione ¿adónde iremos?
—Ustedes a un hotel discreto y yo a buscar a alguien de la Orden.
—Tú no te moverás sola —le afirmó Mark.
—Papá, nos buscan a los tres. Yendo sola llamaré menos la atención que yendo todos.
—Ya veremos.
Llegaron al final del pasillo luego de avanzar unos 20 metros. Al salir de él, se encontraron en un callejón, en la parte trasera de un edificio de tres niveles, que estaba situado a seis cuadras de su casa. El frío aire invernal les caló hasta los huesos, Hermione llevaba puesta su túnica y su ropa de invierno pero sus padres no llevaban la ropa adecuada para andar en la calle, así que hizo aparecer abrigos, gorros y bufandas para ellos. Avanzaron despacio y en silencio.
Cuando salieron del callejón, Hermione volvió la mirada hacia donde estaba su casa y pudo ver claramente la Marca Tenebrosa ondeando en el cielo. Tragó grueso, tratando de dominar las emociones que la embargaban. Habían logrado escapar esta vez. ¿Cuántas veces más lograría hacerlo? Era imperativo que buscara hacer contacto con alguno de sus amigos o con Draco. Pero ¿Cómo? Respiró profundamente. Primero lo primero, dejaría a sus padres en un lugar seguro y ella saldría a buscar ayuda.

*****

En el momento en que los Granger escapaban del ataque, los miembros de la Orden del Fenix estaban reunidos en Grimmauld Place, enfrascados en una discusión sobre lo errático del actuar de Voldemort y sus aliados, porque todavía no habían podido establecer un patrón sobre las intenciones más cercanas. Harry y Ron se encontraban en la reunión, aunque eran jóvenes, ambos ya eran mayores de edad y nada los detuvo en su empeño de participar.
Molly Weasley pensaba diferente y estaba molesta de que ellos estuvieran allí. Recién salidos de Hogwarts habían tenido una discusión al respecto. Ella era lo más cercano a una madre que Harry había conocido. Se sabía querido por ella, pero no dejaría que le entorpeciera sus planes para liberarse de Voldemort, así que en esa ocasión la paró en seco.
—Tarde o temprano tendré que enfrentar a Voldemort. Puedo hacerlo solo o como un miembro de la Orden —le dijo.
—Y yo le ayudaré —afirmó Ron decidido. Así que no tuvo más remedio que acceder a que ingresaran como miembros activos de la Orden, mientras iniciaban sus estudios como aurores.
La mente de Harry regresó al presente. En esa reunión en Grimmauld Place, echada de menos la mente analítica de Hermione, que siempre le ayudaba a desenmarañar hasta el nudo más difícil para plantear soluciones factibles. En realidad, ambos la extrañaban mucho y parecía que no funcionaban tan bien como cuando enfrentaban las situaciones con ella.
—El ataque de Hogsmeade fue sencillamente una demostración de fuerza —expuso Bill Weasley—, pero ya pasó más de un mes y no han hecho nada más…
—Creo que deben estar planeando algo más focalizado —les dijo Dumbledore.
—¿Contra usted o contra Harry? —preguntó Remus Lupin, que también se encontraba con ellos.
—Creo que puede ser contra cualquiera de nosotros…
En esos momentos entró Fawkes en la habitación. Dumbledore se puso de pie de golpe y su cara se puso levemente pálida. Fawkes estaba encargado de avisarle si los Granger hacían uso del pasadizo secreto. Como si se hubieran puesto de acuerdo, tras Fawkes llegó el patronus de Severus Snape, que era la forma en que se comunicaban los miembros de la Orden, para confirmar las sospechas del anciano mago.
—Hermione… —susurró—, han atacado a Hermione Granger.
Ron y Harry se pusieron de pie rápidamente, con los semblantes tensos y pálidos. Discutieron rápidamente sobre la mejor forma de llegar donde Hermione y aunque su casa estaba conectada a la red flu, decidieron parecerse en un callejón cercano. No sabían si los mortífagos estaban todavía dentro y si era así, caerían directamente entre víboras. Otro grupo se dirigió al callejón donde conectaba el pasadizo secreto, con la esperanza de encontrarlos afuera.
Mil cosas corrieron en una rápida e incongruente secuencia en las mentes de los dos amigos. Como en todos los momentos de tensión extrema, hicieron un recuento de todo lo compartido, de cómo siempre ella había estado a su lado apoyándolos y repasando las alternativas que pudieran haber evitado este momento.
¡Está embarazada!, se repetía Harry con desesperación, ¡cómo podrá defenderse con siete meses de embarazo!
Harry reprimió las ganas de gritar por la desesperación de encontrar la Marca Tenebrosa flotando sobre la casa de Hermione. Ron tenía la cara desencajada de dolor, imaginando que dentro encontrarían el peor de los escenarios. Ambos luchaban por mantener sus emociones a raya. Antes de acercarse más a la casa, Dumbledore detuvo a Ron y a Harry.
—Mírame, Harry —pero lo que el mago recibió fueron unos ojos acusadores que lo observaban como si se hubiera vuelto loco—. Deben calmarse. Saben perfectamente que Voldemort ha hecho esto para desestabilizarlos. Sobre todo a ti, Harry. Recuerda que debes cerrarte porque él puede sentir tus emociones con claridad.
Harry solo hizo un movimiento afirmativo con la cabeza y se alejó con Ron hacia la casa de Hermione.
Los aurores también habían llegado al vecindario y estaban modificando la memoria de los vecinos que habían presenciado el ataque. Todo el engranaje del Ministerio estaba en marcha. Kingley Shacklebolt y Dawlish fueron los primeros aurores en entrar a la casa, seguidos de cerca por Ron y Harry.
—No toquen absolutamente nada —les ordenó Shacklebolt—, no sabemos la clase de maldiciones que pueden haber dejado.
Abrieron la puerta con precaución. Todo estaba destrozado. Los muebles estaban quebrados, los libros tirados en el suelo, las estanterías destrozadas, hasta los colchones de las camas tenían la espuma de fuera. Los armarios habían sido completamente vaciados. Realmente habían sido minuciosos buscando a los Granger, pero no había ni rastro de la familia. Ni en la casa, ni en el callejón donde terminaba el pasadizo secreto.
Buscaron en los alrededores durante toda esa angustiosa tarde, pero todo fue en vano. Los Weasley, Harry y los amigos de la Orden más cercanos se reunieron en la madriguera.
—Los mortífagos se han ido con las manos vacías —dijo Dumbledore.
—También nosotros —reflexionó Harry con pesar—, porque no hemos podidos ubicarlos.
—Ustedes la conocen mejor que nadie —les dijo Arthur—, ¿Qué creen que haría en una situación así?
—Lo primero es buscar un escondite para sus padres y seguramente luego saldría a buscar a algunos de nosotros —le respondió Ron.

*****

Draco había permanecido como un león enjaulado en casa de Snape. Sentía que se volvía loco de desesperación, pero el insufrible de su ex profesor lo había dejado encerrado en la habitación donde preparaban la poción, mientras se iba a avisar del ataque a la Orden del Fénix. Quería aparecerse cerca de la casa de Hermione, pero choco contra las protecciones de la casa de Snape. Había gritado, maldecido y lanzado todos los utensilios por todo el cuarto he intentado cualquier cantidad de hechizos con tal de abrir la puerta, pero todo había sido en vano.
Snape entró con el semblante serio.
—Los mortífagos no los encontraron, pero los miembros de la Orden tampoco.
Draco caminó decidido hacia la puerta. Iba a buscarlos, ni siquiera sabía por dónde comenzar, pero debía salir de allí a cualquier precio y levantaría hasta la última piedra de Londres si era necesario.
—Me voy, tengo que hallarlas —le dijo.
—Tú no vas a ninguna parte.
—¡ME IMPORTA UNA MIERDA LO QUE PIENSES! Me largo de aquí… —pero antes de que Draco pudiera reaccionar, Snape se le abalanzó con fuerza, lo empujo y lo contraminó contra la pared, agarrándolo duramente por la garganta. Aunque aturdido por el golpe trató desesperado de zafarse, pero fue rápidamente sometido al ser prácticamente estrangulado por la mano de Snape.
—¡Tienes que calmarte! —le siseó furioso—. Tu padre le falló al Señor Tenebroso y te aseguro que buscará culpar a otro de su error. Tu padre descubrirá todo lo que le has ocultado hasta ahora si sigues en ese estado y también te aseguro que no le importará que seas su hijo si con eso puede salvar su pellejo del enojo del Lord ¡Piensa como la serpiente que eres! Enfría tus emociones y aparta los recuerdos comprometedores.
—Eso es fácil para usted decirlo —le replicó con voz medio ahogada—. Es la vida de Hermione y la de me hija las que están en juego.
Poco a poco, Snape se fue separando, dejando a Draco apoyado contra la pared y con una expresión de profunda derrota en el rostro.
—Todos pasamos por momentos difíciles en las guerras y te enseñaré a sobrevivirlos… Legeremens.
Draco estaba entrenando en Oclumancia, pero Snape le había soltado el hechizo de golpe.
Mierda.
En un abrir y cerrar de ojos, Snape había visto todo lo que había pasado ese día: La reunión en el departamento de los gemelos, la consulta médica, la noticia de que era una niña, su llegada a Malfoy Manor, su rápida salida y su aviso desesperado.
Draco estaba sudoroso y temblaba violentamente luego de esa intrusión a su mente.
—Con esa debilidad mental, te aseguro que los mortífagos nos matarán antes del amanecer. ¡Siéntate a trabajar! —le ordenó.
Draco se sentó frente a Snape y continuaron trabajando con la poción. En el transcurso de media hora, le lanzó al menos cinco veces el hechizo, hasta que Draco consiguió mantenerlo fuera de su mente y de los recuerdos con Hermione. Solo entonces le permitió volver a Malfoy Manor.
Cuando llegó a Malfoy Manor estaba más sereno, pero entró con el ceño fruncido y sus facciones más endurecidas de lo normal. Sus padres estaban en la biblioteca, al parecer enfrascados en una conversación bastante tensa. No estaban discutiendo, pero la tensión podía palparse en el ambiente. Draco entró a la estancia y vio a su padre con profundo desdén. Lucius sostenía un vaso con whisky de fuego, estaba de pie ligeramente apoyado en la chimenea y tenía el semblante mucho más pálido de lo habitual. Narcisa estaba sentada en una de los sillones de cuero y lo vio con expresión preocupada.
—¿Te divertiste con la sangre sucia? —le preguntó con sarcasmo.
—Antes que nada soy tu padre, así que me cambias ese tono. Y no, no me divertí porque la sangre sucia se nos fue de las manos…
—¡Vaya! Me supongo que el Lord se pondrá muy contento.
—Draco, déjate de mierdas de niño caprichoso. Me gustaría verte antes de lanzar un Avada Kedavra para ver si tienes las agallas de hacerlo. Mejor dame las gracias por haberte dejado, así no tendrás que sufrir ningún crucio por haber fallado en la misión —le respondió su padre.
Mientras hablaba, Lucius se había acercado hasta quedar frente a frente con su hijo y Draco lo sintió tratar de entrar en su mente.
—¿Qué pretendes encontrar, padre?
—Dímelo tú, porque no me dejas ver nada…
—Simplemente no me da la gana de enseñarte nada. De todas maneras no soy lo suficiente hombre para tus misiones, así que no pierdas el tiempo hurgando entre mis niñerías.
Y sin esperar una respuesta de su padre, dio media vuelta y salió de la biblioteca, dejando a Lucius y Narcisa sumidos en un profundo silencio.
Subió a su habitación y con semblante serio y pensativo se cambió de ropa. Se tiró boca arriba sobre la cama repasando todo lo que había sucedido ese día. Si tan solo supiera donde comenzar a buscar… se sentía completamente desorientado en el Londres muggle. Pensó en lo tontos que habían sido al no establecer un punto de encuentro por si pasaba algo así y deseó con todas sus fuerzas que Hermione y sus padres estuvieran en un lugar seguro.
Decidió ir a la tienda de los gemelos al día siguiente para averiguar algo sobre Hermione. Dio mil vueltas en la cama, cavilando sobre muchas cosas hasta que en la madrugada finalmente lo venció el sueño y se quedó dormido.

miércoles, 11 de marzo de 2015

Capítulo 9: Ultrasonido y un Ataque

Draco y Hermione continuaron viéndose en el apartamento de los gemelos en las siguientes semanas. Muy en contra de los deseos de Snape, que consideraba que era peligroso que se reunieran tan seguido. Sin embargo, para ellos era un alivio poder estar juntos unos momentos una vez por semana. Todas las veces habían seguido el mismo mecanismo sin levantar muchas sospechas.
Cuando se acercaba el día del ultrasonido, Draco convenció a Snape para que lo enviara a buscar unos ingredientes para tener una coartada que le facilitara permanecer fuera de Malfoy Manor la mayor parte del día.
—Te estás arriesgando demasiado. Esto no me parece —le dijo abiertamente y en tono molesto.
—Lo sé, pero es importante que vaya con ella a esta consulta. Prometo hablar con Hermione para que no nos veamos en las próximas semanas, pero no le aseguro nada porque se acerca la Navidad —le respondió Draco en tono firme.
Snape solo rodó los ojos exasperado.
—Solo son pretextos…, después vendrán San Valentín, la pascua, el día de la madre, las vacaciones de verano… como buen Malfoy, al final siempre haces lo que te da la gana.
Draco reprimió la risa ante este último comentario. Y le pidió un último favor: lo persuadió de darle una poción que le ayudara a pasar desapercibido a la vigilancia constante de Crabbe. Todavía renuente y protestando por lo riesgoso de la situación, Snape accedió a esta última petición, aunque Draco no le dijo nada a Hermione al respecto porque quería darle una sorpresa.
El día del ultrasonido, Hermione llegó a la tienda de los gemelos y subió directamente al apartamento. Tocó la puerta.
—Puedes entrar, la puerta está abierta —le gritó uno de los gemelos. Adentro la esperaban unos divertidos Fred y George… y un tercer gemelo.
—¿Qué está pasando aquí? —les preguntó viendo al tercer hombre pelirrojo con suspicacia.
Los gemelos estaban disfrutando de lo lindo la situación, pero ninguno decía nada hasta que el tercero habló con la voz de Draco.
—¿No te gusta el camuflaje? No puedo acompañarte siendo yo mismo, así que convencí a tus amigos de que me dieran de sus cabellos, ellos accedieron, tomé poción multijugos y acá estoy esperándote con mi disfraz.
Hermione solo sonrió. La verdad es que nunca pensó ver a Draco convertido en un Weasley y la situación se le hizo en extremo graciosa.
—¿Cuánto tiempo durará el efecto?
—Por lo menos cuatro horas, pero traigo un poco más por cualquier retraso. ¿Nos vamos?
—Espero que disfrutes de andar con alguno de nosotros —le dijo Fred guiñándoles un ojo.
Ambos se abrigaron bien con sus gorros y bufandas. El clima había comenzado a empeorar en los últimos días. Había nevado un poco y aunque las calles estaban todavía transitables, el frío era bastante intenso. Salieron al Callejón Diagon y se dirigieron a la salida por el Caldero Chorreante. Como era usual en ella, Hermione no pudo resistir hacer comentarios mordaces al aspecto pelirrojo de Draco.
—¡Vaya! Este día es memorable. Para cómo te has expresado siempre de los Weasley’s me sorprende que hayas decidido hacerte pasar por uno de ellos.
—Déjate de bromas por favor.
—Debería llamar a Colin Creevey para que te tomara una foto, no siempre se ve a un Malfoy convertido en una comadreja… —Draco le dirigió una mirada asesina, pero Hermione no se amedrentó. Tal vez fuera porque los gemelos nunca se tomaban nada en serio, así que siguió viéndolo con una expresión bastante risueña.
Siguieron caminando en silencio. Varias personas volvieron sus cabezas al verlos pasar. Draco mandó a todos al demonio, pensando que ya que estaba bajo los efectos de la poción multijugos no era necesario mantener la distancia con Hermione, así que le ofreció su brazo y ella aceptó. A pesar de ir en el cuerpo de otra persona, él disfrutó de la sensación de caminar libremente por la calle con Hermione tomada de su brazo.
—¿Cómo hiciste para que te dieran sus cabellos?
—Simplemente se los pedí la semana pasada. Al principio me vieron con desconfianza, pero les expliqué que necesitábamos hacer una diligencia juntos y aceptaron en cuanto vieron que Crabbe se iba tras tuyo en cuanto saliste de la tienda.
—Pues por la forma en que la gente nos mira, parece que ahora hemos incluido a dos Weasley más en las apuestas por esta paternidad —Draco la vio con una expresión de autosuficiencia mezclada con travesura. Le era extraño descubrir los gestos tan propios de Draco en el físico de los gemelos.
—Lo que me parece una buena coartada: llegas a su apartamento al menos una vez por semana, te quedas allí un buen rato, uno de ellos te acompaña a la clínica… una pequeña pero efectiva cortina de humo ¿no te parece?
Cuando llegaron a la clínica, tuvieron que esperar su turno para pasar a la consulta. Draco se entretuvo observando a todos los que había allí, despreocupados y ajenos a toda la agitación de la comunidad mágica. ¿Sería esa la solución? Alejarse de todo y comenzar de nuevo en un lugar muggle donde nadie los conociera. Pronto lo supo: él nunca dejaría de ser mago, tampoco Hermione podría nunca rechazar su naturaleza mágica. Así que escapar de sus destinos no era una opción.
Una enfermera lo sacó de sus cavilaciones. Los condujo a una pequeña sala llena de aparatos y le entregó una bata a Hermione. Ella se cambió en un pequeño baño que había allí y al salir le explicó rápidamente a Draco el uso de los equipos. Pronto llegó el médico y la hizo subirse en una camilla.
Hermione sintió una sensación helada en cuanto el médico le dejó caer un generoso chorro de gel y sonrió por las cosquillas que sintió mientras se la regaba por todo el vientre buscando donde estaba ubicado el bebé. Pronto unas imágenes borrosas comenzaron a aparecer en el monitor. Draco abrió la boca con asombro y emoción, viendo cómo se movía el corazón del bebé con cada latido que daba.
Tomó suavemente de la mano de Hermione y observó la expresión de su rostro: sus ojos brillaban como nunca los había visto hacerlo. El médico hizo los chequeos de rutina, calculó el peso y la medida del bebé, revisó su corazón, su cabeza, su columna y sus órganos vitales. Todo estaba perfecto.
—¿Quieren saber el sexo del bebé? —les preguntó finalmente.
—Sí —le respondió Draco firmemente, pero conteniendo la respiración.
—Pues déjenme decirles que tendrán que pintar la habitación de rosado…
A Hermione se le iluminó el rostro, pero Draco tardó unos segundos en procesar la información… una habitación rosada ¿Qué demo…? ¡Una niña! Pronto una orgullosa sonrisa se plantó en su rostro. La verdad es que no había pensado mucho en el sexo que prefería, pero saber que esperaban una niña lo lleno de ilusión. Eso a pesar de que en los linajes de sangre pura como la de los Malfoy siempre se les daba prioridad a los varones, por la continuidad del apellido.
¡Al demonio los linajes!, pensó.
Hermione permanecía todavía en la camilla y Draco se inclinó a darle un beso en la frente. Al final, el médico imprimió las imágenes más importantes del chequeo y se las entregó, dando por terminada la consulta.
Cuando salieron a la calle, iban tomados de la mano bastante emocionados.
—¿Estás contento? ¿No te decepciona que sea niña? —le preguntó Hermione.
—Para nada —le respondió.
—A ver si piensas igual cuando conozcas a su primer novio… —le dijo bromeando.
—Hermione, ni siquiera ha nacido. No me atormentes con su vida amorosa —ella soltó una fresca carcajada por el tono de su voz y la cara que había puesto.
—Debemos escoger un nombre.
—¿Te importaría que escogiéramos uno del árbol genealógico de los Malfoy? —le preguntó viéndola intensamente.
—No. Con solo que escojas un nombre bonito. No me vayas a salir con que le pondrás Walburga, como la mamá de Sirius, porque entonces sí protestaré enérgicamente.
Draco rió con la ocurrencia.
—No tendrá un nombre raro, al contrario creo que te gustará… quiero llamarla Irene, fue la esposa de Orión Malfoy hace casi 500 años. Además, creo que te gustará el secreto que hay detrás de esta mujer… —le dijo enigmático.
—Me gusta el nombre y ¿el secreto es…? —le animó Hermione a que le relatara.
—Dicen las malas lenguas que era de origen muggle. Es uno de los secretos mejor guardados de la familia, tanto que no la mencionan en el árbol genealógico ‘oficial’. En la época de Irene no le ponían tanta atención a la pureza de sangre, toda esa mierda comenzó hace unos 150 años, cuando se les exigió a todos los herederos Malfoy que desposaran a sangres limpias —le explicó—. Tradición que tendré el honor de romper, si es que aceptas casarte conmigo.
Hermione sonrió ante esa petición de matrimonio tan espontánea como inesperada.
—Claro que quiero casarme contigo —le respondió rápidamente.
Iban caminando por la calle. Draco paró en seco, la tomó por la cintura y le estampó un besote de película, sin importarle que él tuviera la apariencia de uno de los gemelos Weasley, ni que la calle estuviera llena de gente que caminaba presurosa ni que Crabbe estaba a una cuadra de distancia y no perdía detalle de todo lo que pasaba—. Lamento no haber traído el anillo, pero nos casaremos antes de que nazca Irene —le susurró.
El efecto de la poción multijugos estaba por terminar, así que Draco tuvo que despedirse con prisa de Hermione. La encaminó a su casa lo más cerca que pudo, pero luego tuvo que retirarse. Ella continuó el camino a su casa con una gran emoción recorriéndole todo su cuerpo.

*****

Draco se apareció en los jardines de Malfoy Manor cuando terminó el efecto de la poción multijugos, todavía sobrecogido por todos los acontecimientos del día. Tomó una respiración profunda antes de entrar a casa, endureció sus facciones para borrar de su rostro todo rastro de felicidad y adoptar la máscara de insensible fastidio que solía llevar frente a sus padres.
Como siempre, entró en la mansión con paso decidido y su madre le salió al encuentro.
—¿Dónde te habías metido? Tu padre se fue furioso porque no volviste temprano.
—Tuve que conseguir unos ingredientes algo complicados para la poción que estamos haciendo con Snape. ¿Por qué tanto alboroto? —le preguntó altivo, mientras continuaba caminando hacia la escalinata para subir a su habitación.
—Tu padre te estuvo esperando. Se han ido a una misión y era muy importante que fueras. Sé que te habrías divertido —le explicó su madre con una sonrisa malévola. Ella se quedó al pie de la escalinata, observando a su hijo subir. El corazón de Narcisa no era tan oscuro como el su marido, pero eran una pareja tan compenetrada que él no le ocultaba su trabajo a favor de Voldemort a menos que fuera algo ultra secreto, así que ella siguió hablando—. Al parecer el Señor Tenebroso consideró que era el momento de comenzar a desestabilizar al muchachito ese, al tal Potter y han salido para secuestrar a la sangre sucia de Granger y a su familia.
Draco se quedó paralizado a la mitad de la escalera, se le fue toda la sangre del rostro haciendo que se viera casi transparente y su corazón comenzó a bombardear tan fuerte que pensó que se le saldría del pecho. Sintió la angustia instalada en su estómago contraído. A su madre no se le pasó desapercibida su reacción y lo vio con suspicacia pero pronto él cubrió su desesperación con una creciente ira. Bajó las gradas de dos en dos y se acercó violento a Narcisa, a quien tomó de los hombros fuertemente.
—¿Cuándo decidieron esto?
—Hoy por la tarde —le respondió siempre altiva. Estaba temerosa por la reacción de su hijo, pero reconoció con orgullo que era tan intimidatorio como su esposo. Era un Malfoy hecho y derecho.
—¡Por todos los demonios! Soy un Malfoy y mi padre no puede dejarme fuera de las misiones importantes —rugió y salió presuroso hacia la chimenea.
—No te pongas así. Al parecer, el Señor Oscuro pidió que se hiciera lo antes posible para no darles oportunidad de reaccionar… ¿Adónde vas?
—Donde Snape. Él es mi enlace y me tendrá que explicar por qué se me excluyó de esta asignación —entró hecho un demonio a la chimenea, gritó la dirección de la casa de Snape y se fue.
Cuando salió de la chimenea, corrió desesperado donde su ex profesor.
—¡Van a atacarla!… van a su casa… mi padre y otros mortífagos…
Snape como siempre no perdió la compostura.
—¿Estás completamente seguro?
—Me lo contó mi madre al llegar a casa. Mi padre se fue porque el Señor Tenebroso pidió que se hiciera lo antes posible… ¡¿Qué espera para hacer algo?! —le gritó comenzando a desesperarse.
—No te muevas de esta habitación ¿entendido? Voy a avisar a la Orden lo que está pasando.

*****

Mientras tanto, Hermione había caminado sola el tramo que le faltaba para llegar a su casa. De su rostro no se borraba una expresión de felicidad, sin embargo, sus emociones no le nublaban la agudeza de sus sentidos. Ya sabía detectar por dónde se movía el matón de Crabbe, que constantemente la seguía a todos los lugares donde se dirigía. Por eso le extraño no verlo caminar tras ella, como lo hacía de costumbre y un extraño presentimiento la asaltó.
Si fueran a atacarme, Draco hubiera estado enterado, pensó extrañada, pero apretó el paso para llegar lo antes posible.
Cuando entró al pequeño jardín que había a la entrada de su casa, escuchó varias voces y con claridad el sonido del aparecimiento. Ningún auror ni mago ni bruja se aparecerían en un barrio muggle a plena luz del día y sin ninguna precaución. Todos los temores de Hermione se convirtieron en una cruda realidad: estaba por ser atacada por mortífagos.
El miedo hizo que comenzara a respirar con dificultad. Sacó la varita para abrir la puerta sin usar sus llaves y la cerró justo antes de que volara la primera maldición. Levantó protecciones para el perímetro de la casa, pero sabía que no durarían mucho tiempo ante la agresión sincronizada de varios mortífagos. Tenían que salir urgentemente de allí. A como diera lugar. Se comenzaron a escuchar explosiones fuera.
Hermione se quedó unos segundos paralizada en el recibidor todavía impactada por el escaso margen con el que había logrado entrar, pero reaccionó pronto para buscar a sus padres. Su madre salió de la cocina con el rostro lívido de terror y su padre se les acercó corriendo desde la biblioteca.
—Estamos rodeados —dijo Jane—. Escuché ruidos en el patio de atrás, cerca de la puerta de la cocina.
—Todos al rellano de la escalera —ordeno Mark.
—Pero papá… ¡Tenemos que salir de aquí! —protestó Hermione.
—No discutas Hermione, no ahora. Todos al rellano de la escalera ¡Ya! —la urgió de nuevo su padre. Lograron entrar y hasta Croockshanks se les coló por entre las piernas, justo en el momento en que se escuchaba volar la puerta de la entrada. En el escaso espacio donde se encontraban apretujados bajo las gradas, solo se escuchaban las respiraciones rápidas y entrecortadas de los Granger.
La voz de Lucius Malfoy resonó en el lugar.
—Sabemos que están en la casa, Granger. Si quieres podemos jugar a las escondidas, pero sangre sucia… estás perdida.

martes, 10 de marzo de 2015

Capítulo 8: Revelaciones a Medias

Hermione lo vio con los ojos desorbitados y no supo qué responder. Sentía su estómago comprimido al verse parcialmente descubierta. Harry se había puesto de pie, estaba furioso por el hallazgo y el resto de sus amigos la miró con sorpresa e incredulidad. Ella repasó mentalmente todas las opciones para salir bien librada del momento, pero el exceso de cansancio le jugó una mala pasada, porque solo escondió el rostro entre sus manos y comenzó a llorar, en muda afirmación a la acusación de su amigo. Harry siguió hablando implacable.
¿Cómo has podido hacernos esto? ¿Dónde está tu lealtad? ¿Con él o con la Orden?…
Harry, este no es momento lo interrumpió Dumbledore, tratando vanamente de apaciguarlo.
Claro que es el momento, profesor contestó testarudo y volviéndose a ella, la siguió presionando. ¡Respóndeme! No eres más que una traidora…
Hermione podía ser acusada de cualquier cosa, menos de dar la espalda a los ideales de la Orden. Ella, que a pesar de sus talentos había sido tratada como una bruja de segunda, precisamente por no ser sangre pura. Ella, que trabajaba por igualdad y el trato tolerante dentro del mundo mágico. Primero, levantó el rostro y vio a Harry con una expresión de indignación, se puso de pie furiosa y aún con el rostro bañado en lágrimas encaró a su amigo con decisión.
¡No me llames traidora! ¡Jamás te atrevas a juzgarme de nuevo, Harry Potter! Mi lealtad está firmemente cimentada con la Orden, ¡No vuelvas a dudarlo! La lealtad de él también está con nosotros aunque en estos momentos parezca estar en el lado oscuro. Él también trabaja para la Orden y ¡Eso es todo lo que voy a decirte! Allá tú si quieres creerlo o no…
¡Eres una mentirosa! le rebatió Harry que se resistía a creer en sus palabras.
¡Ya basta, Harry! Es suficiente. Yo respaldo las palabras de Hermione habló Dumbledore con firmeza, sí, es cierto, él es un mortífago, pero trabaja como espía para nosotros. Y si ella no les dice su identidad, es porque yo así lo he pedido. Todavía no es el momento de que él revele quien es, incluso dentro de la Orden. ¿Están entendidos?
respondieron todos. Sus caras de sorpresa eran más que evidentes. Harry la vio con severidad y Hermione supo que estaba reprimiendo las ganas de continuar la discusión.
Hermione vio a Dumbledore con agradecimiento, ya que en esos momentos lo que menos quería era discutir con sus mejores amigos. Por su parte, el director sabía que si no la apoyaba con una afirmación como la que había hecho, ese par de testarudos que tenía por amigos le harían la vida miserable en lo que comprendían la complejidad de sentimientos que atravesaban el corazón de Hermione. Y lo menos conveniente ahora que comenzaba la guerra, eran las crisis internas entre el trío de amigos, crisis que podían incluso desestabilizar un poco las cosas dentro de la Orden.
¿Algo más que quiera decirnos, señorita Granger? le preguntó Dumbledore.
Hermione solo negó con la cabeza. Estaba cansada, lo único que quería hacer era salir de allí y dormir.
Pasarán la noche en la sala común de Gryffindor. Allí les hemos colocado unas camas y les hemos traído ropa limpia les explicó McGonagall.
Todos se retiraron del despacho en silencio, demasiado impactados por los sucesos del día y por el descubrimiento de la relación de Hermione. Al salir de la dirección, Snape retuvo a Hermione unos minutos.
No sé si sabe…
Sé que usted es nuestro enlace le respondió secamente y cuando vio su mirada añadió—: Disculpe profesor, pero es que estoy muy cansada.
Snape curvó los labios en un intento de sonrisa.
Pensé que lo sucedido allá adentro había sido casualidad, no todos logran interpretar mis miradas.
Después de siete años de clases torturantes con usted, esta sabelotodo insufrible debía aprender algo, ¿no cree? le dijo con amigable ironía y una meda sonrisa.
Bien. Cualquier cosa, solo mándeme una lechuza.
Primero me la mandará usted, porque necesito saber con urgencia si él está bien.
—Así lo haré. Buenas noches, señorita Granger.
—Buenas noches, profesor.
Sus amigos se habían adelantado a la torre de Gryffindor y mientras Hermione caminaba sola los pasillos de Hogwarts, no pudo evitar sentir la nostalgia por los tiempos de estudiante, cuando su vida y la de Draco estaban protegidas dentro de esos muros. Como extrañaba esas rondas nocturnas y la cercanía de Draco.
Estar lejos de él se le había convertido en una pesada carga. Es cierto que sus padres le ayudaban y la apoyaban, pero continuaba sola. La separación hacía que por momentos se sintiera abandonada como si de verdad fuera madre soltera. Todas las noches lloraba un poco, anhelando irse a la cama con Draco, de compartir la vida con él como dos personas normales y sólo lograba calmarse cuando sentía al bebé moverse en su vientre, como en un recordatorio de que los tiempos difíciles no serían eternos. Y que probablemente, algún día podrían compartir una rutina de casa, niños y trabajos.
Al llegar a la torre, se encontró a Ginny esperándola junto al retrato de la Dama Gorda con actitud pensativa.
—Lamento la reacción de Harry, pero debes comprender que la noticia nos tomó por sorpresa —contrario a lo que Hermione esperaba, Ginny hablaba de manera conciliadora.
—Lo sé, Ginny, pero no puedo decirte que lo lamento. Solo mira cómo se puso y eso que el profesor Dumbledore me respaldó. ¿Qué crees que habría pasado si se lo hubiera dicho de otra manera? Nunca me habría creído…
—Tienes razón, pero no te estoy esperando para que me des explicaciones. Tal vez Harry y Ron estén disgustados contigo en este momento, realmente no lo sé porque no dijeron absolutamente nada desde que salimos de la dirección… pero la cuestión es que quiero decirte que cuentas con mi apoyo…, incondicionalmente…, no me importa quién es el padre de tu bebé. Soy tú amiga y si tú confías en él, yo aprenderé a hacerlo también.
Por toda respuesta, Hermione le dio un fuerte abrazo. Era un consuelo saber que contaba con la pelirroja, aunque Harry y Ron estuvieran molestos. Cuando entraron a la torre, un largo baño con agua caliente la relajó de todas las tensiones del día y fue todo un alivio poder ponerse ropa limpia. Pero al salir a la sala común, se encontró a los chicos esperándola sentados en el sillón que estaba frente a la chimenea. Precisamente ese, donde siempre se habían hecho todo tipo de confidencias. Ella se sentó entre los dos y Ron la abrazó brindándole su mudo apoyo, pero Harry estaba más recio a aceptar la situación. Los tres permanecieron en silencio.
—¿Estás segura de lo que estás haciendo? —le preguntó Harry, luego de dar un profundo suspiro.
—Sí.
—Esa situación agrava el peligro en el que ya te encuentras ¿estás consciente de eso?
—Siempre lo he estado, Harry. Él y yo siempre lo supimos. Estuvimos juntos todo el séptimo año y nos planteamos cómo enfrentar todos los escenarios posibles para cuando termináramos la escuela.
Ciertamente, el embarazo no fue planeado, pero hemos decidido seguir adelante.
Los tres permanecieron en silencio un rato más. Luego Hermione recordó la otra parte de su conversación con Draco.
—Hay algo que no mencioné en nuestra reunión con Dumbledore…
Sus amigos la vieron con interés.
—Los mortífagos nos tienen vigilados. Nuestros ex compañeros Crabbe, Goyle y Zabini se encargan de eso, así que debemos movernos con mucho cuidado. Más ustedes, porque yo escasamente salgo de la rutina de mis clases en San Mungo.
—¿Esa también fue parte de la charla en el baño? —preguntó Ron.
—Sí, me explicó que por eso no ha podido comunicarse conmigo, ni siquiera por lechuza.
—Al menos deberías darnos una pista, para hacernos una idea de qué clase de persona es —le pidió Ron. Ella volvió a verlo e inmediatamente supo que hablaba muy en serio.
—Imagínate al peor —le respondió.
—El peor para mí sería Severus Snape, pero no creo que hayas caído tan bajo —le dijo Harry con ironía.
—No, Harry, definitivamente no he caído tan bajo —le dijo con una risita cargada de tristeza e inmediatamente se puso seria—. Pero no me gusta que hables así de mi vida privada. En primer lugar, no tengo que pedirte permiso para amarlo y en segundo, no soy ni tu hija ni tu hermana para que te pongas en ese plan. Soy tu amiga y eso incluye respetar las decisiones de mi corazón.
—Y trato de respetarlas, pero la amistad incluye decir la que nos parece bien o no. Y honestamente, no me parece bien que nos sigas ocultando de quien se trata —le comentó Harry muy obstinadamente y cuando vio la expresión de sus cara añadió—. ¡Ya sé lo que dijo Dumbledore! Pero eso no quita que me sienta defraudado de mi mejor amiga.
—Lamento mucho decepcionarte, pero tendrás que aprender a vivir con ese sentimiento, porque yo no pienso decirte más por el momento.
Ron sintió que las cosas se estaban poniendo tensas de nuevo, así que les sugirió que se fueran a la cama. Ya era muy tarde y al día siguiente tenían que salir temprano para sus casas. Él podía comprender a Harry, pues también se sentía excluido de esa parte de la vida de Hermione, como si no fueran dignos de confianza, pero también admitía que su amigo estaba reaccionando en exceso. Si las cosas se ponían peor, sería difícil tomar partido por ninguno de los dos. Ambos eran sus mejores amigos.

*****

Tres semanas después del ataque a Hogsmeade, las cosas en el mundo mágico se estaban calmando un poco. La gente seguía temerosa de que continuaran las embestidas a gran escala, pero todos estaban tratando de llevar una vida casi normal.
Era finales de noviembre y las temperaturas habían comenzado a bajar. Ese día de otoño había amanecido gris. Amenazaba con llover y una brisa helada danzaba calando los huesos de los peatones, pero Draco caminaba por el Callejón Diagon con su paso altivo y seguro, sin notar las bajas temperaturas y el tono grisáceo del día. Iba a encontrarse con Hermine después de varios meses y eso provocaba que un fuerte calor atravesara su cuerpo.
La había extrañado tanto que sentía un constante vacío en su pecho y pasaba los días pensando en qué estaría haciendo ella. Era un recuerdo constante, que únicamente era apartado de su mente en presencia de su padre y en las reuniones de los mortífagos. Un descuido detectado por legeremancia podía arruinar su futuro con Hermione.
Había recibido la carta de Snape dos días atrás, diciéndole que la “poción doble” estaría esperándolo en el N° 93 de Callejón Diagon. ¡Hermione había encontrado un lugar donde podían verse! Y después de meses, sintió la ilusión de poder verla y abrazarla. Sin embargo, cuando llegó a la dirección indicada no pudo evitar fruncir el ceño.
Debí haberlo imaginado, pensó cuando vio el letrero de Sortilegios Weasley a la entrada de la tienda.
Vio a Crabbe apostado en el local de enfrente, pendiente de los movimientos de Hermione, así que según lo convenido, se dirigió con sigilo a la puerta trasera, tocó tres veces y esperó a que la abrieran.
George Weasley no pudo evitar la sorpresa en su rostro en cuanto asomó su cabeza por la puerta. Hermione les había buscado hacía unos días para pedirles prestado su apartamento para reunirse con el padre de su hijo. A los gemelos les pareció gracioso que Hermione lo hiciera sonrojada, como confirmándoles que quería el apartamento solo para platicar. Y no pudieron negarse. Le tenían demasiado cariño y se le notaba que estaba sufriendo mucho con la separación. Ambos hicieron conjeturas sobre quien sería, pero definitivamente nada los preparó para ver a Draco Malfoy en la puerta trasera de su negocio.
—Busco a Croockshanks —les dijo Draco como habían acordado para reconocerse.
—Está al subir las escaleras —le respondió George, todavía con expresión de sorpresa.
A pesar de su natural arrogancia y sus perennes muecas de desdén, Draco prácticamente corrió escaleras arriba, lo que hizo que los gemelos sonrieran ante su impaciencia. Tocó suavemente la puerta y entró. El apartamento era pequeño, con lo justo para dos solteros dedicados enteramente a sus negocios.
Pero Draco no estaba para observar el apartamento.
Sus ojos buscaron con ansiedad a Hermione y en cuanto la vio levantarse pesadamente del sofá, se acercó a ella con toda la pasión que había venido acumulando en los meses de separación. La tomó por la cintura y le acarició la barriga, mientras Hermione levantaba sus manos y las enlazaba atrás de su nuca. Los dos se estremecieron y gimieron con solo tocarse, y se volcaron en un beso brutal, de ansias y deseos contenidos.
Tratando de no romper el beso, se dirigieron a una de las habitaciones. Draco cerró la puerta y lanzó un hechizo silenciador a la habitación.
Con dedos trémulos, comenzaron a desvestirse uno al otro. Hermione abrió la túnica de Draco y la deslizó sobre sus hombros. Poco a poco fue desabotonando su camisa, mientras iba besando cada trozo de piel que quedaba expuesto. Draco se dejó acariciar mientras aspiraba a bocanadas el aire de la habitación. Pronto quedó con el torso desnudo y no pudo esperar más.
Tomándola con ambas manos por las mejillas, hizo que Hermione levantara la cara de su cuello y comenzó a besarla de nuevo, introduciendo su lengua profundamente, bebiendo de esos labios que tanto había extrañado. Y entonces, fue su turno de despojarla de sus ropas. Le sacó la blusa y le quitó el brasier, envolviendo con sus manos sus pechos crecidos por la maternidad. Cuando ella estuvo completamente desnuda, la llevó hacia la cama y la tendió en ella. Él se quedó sentado a un costado de la cama, acariciándola y contemplando las nuevas formas que había ganado en esos meses.
—Estás hermosa —le susurró, mientras Hermione se sonrojaba por el intenso escrutinio al que era sometido su cuerpo. La deseaba con locura. Él se quitó los pantalones y se metió a la cama con ella. Se enredó en su cuerpo, se colocó de forma de no lastimarle su abultado vientre y le hizo el amor como un desesperado.
Momentos después, estaban tendidos en la cama recuperando la respiración. Permanecían abrazados. La cabeza de Hermione descansaba sobre el pecho desnudo de Draco. Él dio un hondo suspiro.
—¿Confías en todos los Weasley’s? —le preguntó a quemarropa.
—A excepción de Percy, confío a ojos cerrados en todos ellos. Aunque no a todos les pediría prestado el apartamento, ¿sabes? Pensé mucho donde podíamos vernos y creo que encontré un buen lugar.
—Al principio no me pareció buena idea, pero en realidad esos dos no se escandalizan con nada, ¿verdad?
Hermione solo sonrió con el comentario.
Permanecieron largo rato en silencio, solo acariciándose suavemente. Luego, Hermione pareció recordar algo, abrió la boca para decirle algo, pero se detuvo. Finalmente se lo dijo.
—En dos semanas tengo una consulta en una clínica muggle.
—¿Para qué? ¿No te estás chequeando el embarazo en San Mungo?
—Sí, pero es que quiero hacerme un ultrasonido… —Draco la vio con un gran signo de interrogación dibujado en la cara y ella le explicó—. Es un aparato muggle que ayuda a ver a los bebés dentro del vientre… ayuda a descartar enfermedades o malformaciones…, y nos pueden decir el sexo del bebé… ¿quieres venir conmigo?
—Sí, creo que no comprenderé el funcionamiento de ese cacharro hasta que lo vea… pero quiero estar allí, sobre todo si nos dicen si es niño o niña —le respondió.
Hermione rió por el comentario de Draco y le dio un beso suave en el pecho. Se quedaron en la cama sintiéndose mutuamente, hasta que fue momento de volver a la realidad.