Ambos estaban recostados en
la cama, recuperándose luego de una noche de pasión. Él observaba sus cabellos
castaños caer sobre la almohada, su rostro sobre su pecho desnudo, viéndola tan
hermosa con sus ojos cerrados, durmiendo luego del éxtasis compartido. Las
piernas y los cuerpos entrelazados en esa cama en la que se amaban cada vez que
podían en la sala de los Menesteres.
Lo tenían todo en contra, pero toda ella era perfecta para
él, su complemento.
Dio un profundo suspiro. Todo comenzó con una fuerte
atracción y una pasión desbordada, que se unieron a la necesidad de ambos de
tener un escape a sus respectivas realidades. Cautos al principio habían
pretendido no mezclar los encuentros con sus sentimientos, pero eso fue
imposible.
—Estamos jugando con fuego —le dijo ella un día. Y vaya que sí se habían quemado. Habían
quedado achicharrados por este amor clandestino.
Todavía le costaba trabajo creer que se había enamorado como
un desesperado de Hermione Granger. Un ambicioso Slytherin, orgulloso
hasta la médula de su sangre limpia, perdido en el cuerpo y la mente de una
sangre sucia. Recordó el conflicto que había sentido al principio, cuando la
atracción por ella era equivalente a la traición de sus más altos ideales
familiares, pero nada detuvo el deseo y luego nada detuvo el paso firme con el
que ella se coló en su corazón.
Ahora, permanecer con ella era tan importante como respirar.
Hacía meses que el pensar en compartir la vida con ella no era algo que se
planteara con duda, era ya una certeza.
“Debo estar loco”, pensó mientras la contemplaba,
“Como si no tuviera suficiente con las presiones de mi padre por la pureza de
la sangre”.
—Despierta, perezosa…
—Déjame dormir un poquito más… —le contestó con un bostezo.
—Está por amanecer. ¿Qué explicación daremos si nos pillan afuera?
¿Qué todavía andamos haciendo ronda? Es cierto que hoy es sábado, pero aun así
sería un gran lío.
Se levantaron despacio, comenzaron a buscar sus ropas y a
vestirse lentamente. Pero el silencio en el que estaban no era el habitual para
Draco Malfoy. Bueno, él usualmente permanecía en silencio, nunca había sido muy
dado a expresar sus pensamientos, mucho menos sus sentimientos y ella había
aceptado ese rasgo de su carácter. Pero ella era muy diferente, lo que él
callaba lo hablaba ella y él la escuchaba hablar de todas las cosas que la
preocupaban, lo que le gustaba y lo que no, sus planes al finalizar Hogwarts…
Pero había algo que ella le ocultaba. Desde la noche, había
llegado con una expresión de preocupación en la cara y por más que había
preguntado no había recibido una respuesta satisfactoria. Siempre había sido
tan transparente y ahora, ¿qué pasaba?
—¿Por qué no me dices qué te sucede?
—No te preocupes, no es nada grave… es solo una sospecha que tengo.
—¿Alguien te quiere hacer algo? ¿O es que simplemente estás
buscando un pretexto para que terminemos?
—¡¿Cómo te atreves?!”
—Bueno, estamos a un mes de finalizar la escuela, tenemos que
tomar decisiones casi a la vuelta de la esquina. Aunque me ponga como
un histérico, comprenderé que no quieras continuar esto y sé que estar juntos
será muy difícil. Ya tengo la Marca Tenebrosa tatuada en mi brazo izquierdo y
tú seguramente harás algo a favor de la Orden. No necesito ser un sabio para
suponer que no quieras complicarte la vida conmigo.
Hermione se quedó en silencio, procesando las palabras de
Draco. Definitivamente no quería terminar con él. Sí que lo amaba,
tanto que cuando regresó de sus vacaciones de navidad con su brazo tatuado, no
pudo evitar sentirse traicionada. Trató de terminar esta relación o lo que sea
que tuvieran, porque realmente nunca le habían puesto nombre. Pero Draco no
desistió hasta que logró que lo escuchara. Le habló de las amenazas de su padre
si se negaba a ser mortífago y aunque su mirada de decepción era más que
elocuente, siguieron juntos con esta relación clandestina.
—No es eso y lo sabes muy bien. No le huyo a las complicaciones.
Pero de momento no puedo decirte nada, hasta la ronda del próximo lunes —le contestó con una
mirada dura. Draco también conocía este tipo de miradas y sabía que no debía
insistir más al respecto.
—Hecho. Pero no esperaré un día más por una explicación, ¿está
claro?
—Como el agua.
*****
Harry, Ron y Hermione caminaban esta tarde de sábado hacia
Hogsmeade. Iban riendo d Ron, que como siempre se metía en cada situación
jocosa. El trío siempre estaba junto, ellos simplemente no permitían que nadie
se le acercara con otras intenciones que no fueran amistad y pedir apuntes o
cosas de clases. Era un poco sofocante, pero ella estaba habituada a
la sobre-protección de sus amigos. "Si
ellos supieran…", pensaba.
La verdad es que ya había superado los sentimientos de culpa
que sintió en el inicio de su relación con Draco. Los coqueteos comenzaron con
la llegada del Expreso, cuando unos ojos acerados la vieron con excesivo deseo
al llegar al vagón de los prefectos. Ella no pudo evitar sostener esa mirada
intensa, porque se sentía extasiada con ella y le sonrió coqueta. Contra todo
lo que esperaba, él no la insultó ni la agredió, pero solo fue en ese momento,
porque luego volvió a ser el mismo arrogante de siempre.
La danza de miradas continuó en las rondas nocturnas. Eran
una mirada tan intensas que le hacían disculpar los insultos que el rubio le
dedicaba en el día. Hasta que un día no pudieron soportarlo más. Draco la
arrinconó en un pasillo y la besó con una fuerza que no había sentido con nadie
más. Ese cuerpo terriblemente varonil, su espalda ancha y sus fuertes
brazos, aprisionándola con pasión desbordada, fueron su perdición. La
racional Hermione cayó rendida ante el ímpetu del Slytherin. Dos rondas más de
besos y caricias atrevidas, y perdió la cabeza por las manos, los besos y el
cuerpo del otro.
Durante el primer mes, sintió el peso de la culpa colgando
en su cuello. Se sentía terriblemente mal por esconder su relación, pero de
sobra sabía que Harry y Ron no podrían comprenderlo. Nunca comprenderían que le
gustaba el Slytherin, mucho menos que lo amaba. Pensó que seguirían adelante
con los encuentros hasta que uno de ellos se aburriera, pero eso nunca paso. Y
allí estaban casi por terminar el año, planteándose cómo hacer para seguir
juntos y no morir en el intento, literalmente, porque la
guerra recién estaba comenzando.
—Vamos a la tienda de los gemelos —sugirió Ron regresándola de sus
pensamientos—, se
me terminaron las provisiones y aunque falten pocas semanas, no quiero
desperdiciar la oportunidad de unas últimas bromas a los pesados de los
Slytherin.
—No puedo creer que continúes con esas cosas de niño —le replicó Hermione.
—El que tú hayas bajado la guardia con esos potenciales mortífagos,
no quiere decir que todos debemos hacerlo —le espetó Ron.
—¡Oye! ¿Qué significa eso?
—Que últimamente ya no te metes en muchos líos con ellos —dijo Harry simplemente.
—No me parece justo que Ron se ponga en ese plan. No me meto en
líos porque milagrosamente ya no se meten conmigo como antes, pero eso no
quiere decir que busque amistad con ellos —y dando un suspiro de fastidio y agregó—, ¿Saben qué? No voy a ir
con ustedes, iré a buscar unos ingredientes que necesito para las pociones de
Snape.
—No te pongas así, es la última salida que hacemos al pueblo antes
de terminar Hogwarts —le
dijeron.
—Ya lo sé. Nos reuniremos en una hora en las Tres Escobas, ¿les
parece?
Hermione se separó de ellos muy satisfecha por haber
encontrado tan rápido un pretexto para irse por un camino diferente al de sus
amigos. Se dirigió a la venta de artículos para pociones, sin percatarse de que
unos ojos grises seguían sus pasos desde que caminaba sola.
Draco realmente se había quedado preocupado esa mañana y la
sospecha de ser engañado era un golpe muy duro para su orgullo. Porque
realmente la amaba. La vio entrar en la venta de pociones e ingredientes y la
vio salir metiéndose una botellita en su bolsillo de la túnica.
Hermione se dirigió directamente a las Tres Escobas, entró al baño y estuvo
dentro largo rato. Cuando salió, el rubio se asustó: traía la cara desencajada
de preocupación y una expresión de quien reprime las lágrimas a pura fuerza de
voluntad.
Él estaba sentado con Zabini en una esquina y cruzó con ella
una mirada. Hermione se sorprendió de verlo allí, tan pendiente de sus
movimientos. Draco pensaba en levantarse con cualquier pretexto e ir hacia
ella, cuando entraron Potter y Weasley a entorpecerle los planes. Con ellos en
frente, ella logró disimular su abatimiento. Lo único que Draco pudo observar
es que bebía tés helados mientras los amigos le insistían para que bebiera
cervezas de mantequilla. "Tendré que esperar al lunes para saber",
pensó intrigado.
Lo que Draco no sabía, es que al entrar al baño de mujeres,
Hermione había tomado el contenido de la botellita, había abierto su pantalón
dejando al descubierto su vientre, mientras formulaba un conjuro.
—¡OH, Dios mío! —había dicho en voz
alta, cuando todo su vientre se puso azul, dando como positiva la prueba de
embarazo mágica.
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