Antes de lo que todos los
estudiantes de séptimo año deseaban, llegaron las intensas semanas de los
Éxtasis. Todos andaban con la presión pulsando dolorosamente sus cabezas.
Hermione, como siempre, se había preparado a conciencia para estos decisivos
exámenes, no quería ser auror como sus amigos, pero su decisión de ser sanadora
iba acompañada de una serie de exigencias bastante fuertes. Bueno, también era
verdad que ella exigía demasiado a sí misma, tenía que obtener el mayor número
de Extraordinarios posibles, porque los “Supera las expectativas”, le dejaban
un sabor de boca muy similar al fracaso.
Por orden del Profesor
Dumbledore, muy pocas personas supieron lo de su embarazo. El director no se quiso
arriesgar a que hubiera protestas por parte del consejo escolar, por permitir
que una chica embarazada y encima sangre sucia continuara sus estudios. A
Hermione solo le quedaba un mes para graduarse de Hogwarts y a Dumbledore le
pareció que era mejor arriesgarse a ocultar esta situación al consejo y evitar
una gran injusticia para la mejor alumna de esa generación.
Madame Pomfrey le recetó
una poción que debía tomar todos los días para controlar las intensas náuseas,
lo que le permitió comer con normalidad, salvando las sospechas que tenían
sobre su salud, sus compañeras Parvati, Lavender y compañía.
Obviamente, se informó a la
profesora McGonagall sobre la situación de Hermione, sin decirle quién era el
padre y la jefa de los leones también estuvo de acuerdo en quedarse callada
para no entorpecer el desempeño de la mejor alumna que había tenido en años.
Así que de sus compañeros
solo Harry y Ron lo sabían. Ellos habían comenzado a consentirla en exceso, no
permitiendo siquiera que cargara sus libros hacia sus clases, lo que dio lugar
a una serie de chismes y comentarios dentro de Gryffindor y de las otras casas,
pues había quienes pensaban que los dos amigos estaban compitiendo por el amor
de Hermione ahora que ya casi acababa la escuela.
El trío ignoró las
habladurías como había ignorado tantas otras cosas que se habían especulado con
ellos dentro de la escuela. Pero Draco estaba francamente molesto y celoso, no
solo por lo que decía la gente, sino por las atenciones que ambos chicos tenían
para con Hermione. Ella era suya, se los repetía constante y
furiosamente, pero no podía evitar hacer muecas de desprecio cuando miraba a
San Potter y a la comadreja entrar al comedor cargando entre ambos la pila de
libros de Hermione. Nunca pensó que llegaría a hervir de celos como lo estaba
haciendo en ese momento, pero se controlaba lo mejor que podía. Tampoco era
conveniente exponer la situación a todo Hogwarts, con el riesgo latente de que
su padre los descubriera.
Así que esa noche, cuando
hicieron la ronda de vigilancia estaba mucho más callado de lo habitual y sus
ojos acerados le mostraban a Hermione una mezcla de sentimientos que la dejó
inquieta: vio celos, enojo, desesperación, frustración… Cuando finalmente
pudieron escaparse a la Sala de los Menesteres, él se mostró muy frío con ella.
No la abrazó ni buscó su boca cuando entraron.
—¿Puedo saber qué te está pasando? —le preguntó algo fastidiada, la verdad
era que el embarazo también la tenía a ella con los nervios a flor de piel y
bastante susceptible.
Él permaneció en silencio. Nunca había sido dado a expresar
con palabras lo que sentía.
—Sí quieres podemos regresar a nuestras casas —le dijo impaciente y caminando hacia la
salida añadió—, no
voy a esperar a que el Rey de Slytherin se digne a concederme la palabra.
—¿Es que no te das cuenta? —le preguntó mirándola fijamente.
—Mira Draco, yo me retiré de las clases de adivinación porque me
pareció una materia muy imprecisa y especulativa. Tampoco soy experta en
Legeremancia, aunque contigo creo que voy a tener que aprenderlo. Pero de
momento, si no me dices qué te pasa, no tengo forma de enterarme.
Draco dio un hondo suspiro, se acercó a ella y la abrazó.
—Me estoy volviendo loco de puro celos…
—Habíamos acordado que permaneceríamos ocultos mientras siguiéramos
en la escuela —comenzó
a decirle ella.
—Sí, pero con San Potter y la comadreja tan cerca de ti, tan
atentos y con todos los idiotas de Hogwarts que hablan de eso como si te
estuvieras revolcando con los dos. ¡Mierda! Que quisiera llevarte de la mano
por los pasillos, quisiera que todos supieran que eres mía —le explicó arrastrando
las palabras.
Esa había sido la explicación más larga que Hermione jamás
había escuchado de labios de Draco. Lo vio intensa y largamente.
—Draco, todo este año he estado junto a ti. Es cierto que es una
relación oculta, pero estoy contigo. Estoy esperando un hijo tuyo, te amo, pero
la guerra está por estallar…
—Eso me lo sé de memoria, pero no manejo muy bien las habladurías.
—Pues tendrás que aprender a hacerlo. Esto recién comienza y no
sabemos cuánto puede durar la guerra esta vez. Además, ¿qué harás cuando se me
note el embarazo? Me cambio el nombre, si la gente no sigue especulando y
haciendo apuestas sobre si el bebé es de Harry o de Ron. ¿Crees que yo disfruto
de andar en boca de media humanidad? —le dijo con una expresión sombría.
Por toda respuesta, Draco dio un profundo suspiro. Sabía que
ella tenía razón. Al notarse el embarazo y al desconocerse que Hermione tuviera
una relación formal con alguien, todos los chismosos pensarían en las dos
opciones más cercanas: Potter y Weasley.
Pero de momento, decidió que dejaría fuera los celos y
disfrutaría al máximo de los últimos momentos juntos que les quedaban. Contaba
los días como quien estaba destinado a ir al matadero y pensaba que se volvería
loco de desesperación cuando ya no pudiera verla ni tocarla todos los días.
Así que la tomó suavemente del rostro con ambas manos y le
dio un pequeño beso, solo fue un roce de labios, pero luego comenzó a besarla
con todo el deseo contenido de los días que no se habían podido reunirse en esa
habitación.
Entre besos y poco a poco se fueron despojando de sus
túnicas y sus ropas. Usualmente eran bastantes ardientes en sus encuentros de
alcoba, pero esa vez fue diferente. Quizás era por el sentimiento contenido
ante la inminente separación, o porque el embarazo estaba imperceptiblemente
cambiando las cosas en la intimidad, o simplemente porque deseaban amarse sin
premuras ni carreras, pero esa noche se besaron y acariciaron lenta y largamente
antes de consumar su unión.
Draco deslizó sus dedos suavemente por toda ella, como
queriendo memorizar todas sus curvas, todos sus cerros y todos sus valles, pero
no solo era memorizar su cuerpo sino la forma en que ella lo tocaba, lo besaba
y lo hacía alcanzar el éxtasis. Nunca se había sentido tan unido a una persona
como se sentía atado a Hermione. Y era una entrega voluntaria.
*****
Durante los últimos días, Draco y Hermione intentaron pasar
el mayor tiempo posible juntos, lo que usualmente sucedía por las noches, luego
de las rondas. Hubieran podido compartir un poco más, pero ante la sorpresa de
todos, Draco se ganó una detención con Snape. Nadie sabía realmente lo que
había pasado, pero el castigo lo obligaba a permanecer en su despacho la mayor
parte del tiempo libre que tenía en las tardes.
Finalmente, llegó el fin de curso. Draco y Hermione no
sabían si reír o llorar. Al acto de graduación llegaron sus respectivos padres,
quienes fueron ubicados en el gran salón según las casas a las que pertenecían
sus hijos.
Los padres de Hermione estaban maravillados por la
magnificencia de Hogwarts, su amplitud y todas las muestras de magia que
miraban, se sentaron junto a los Weasley, quienes estaban muy felices por la
graduación de Ron y Harry. Lucius y Narcisa Malfoy entraron en el Gran Comedor
con un espectacular aire de suficiencia, definitivamente eran los reyes: la
familia Slytherin con más poder, ya que los demás padres se movían alrededor de
ellos con idolatría. Junto a su hijo, se sentaron en el lugar más destacado de
Slytherin.
Como era de esperarse, Hermione se graduó con altos honores
siendo la mejor del curso. Draco tuvo que reprimir el orgullo que sintió al
verla caminar hacia el Profesor Dumbledore, para recibir la más alta
condecoración que entregaba el colegio a la alumna con las más altas
calificaciones. Vio de reojo a su padre y la mueca de disgusto que surcaba su
rostro ante esa situación.
—Una patética sangre sucia tratada con altos honores —murmuró y volviéndose a
su hijo, le dijo quedamente—, cuando el Señor Oscuro finalmente triunfe, los sangre sucia ya
no tendrán cabida en nuestro mundo ni en Hogwarts. Estoy cansado de tratar con
estos magos y brujas de segunda…
Draco permaneció en silencio, solo hizo un gesto de
afirmación con la cabeza. Sí, definitivamente las cosas con su padre podían
ponerse feas si llegaba a enterarse de que esa sangre sucia en particular iba a
darle un nieto en los próximos meses. Él sabía que no podría ocultar a su hijo
eternamente, pero cuando la bomba estallara y todo se descubriera, quería tener
el viento ondeando a su favor.
Al terminar el acto, los padres de los graduados regresaron
a Londres. Esa noche, los alumnos de séptimo tendrían un baile de fin de curso
y al día siguiente dejarían Hogwarts para siempre.
Esa última noche, la mayoría de estudiantes de séptimo no
querían volver temprano a sus casas y los profesores se hicieron un poco los
desentendidos y les permitieron quedarse más tiempo del reglamentario afuera. A
Hermione y Draco se les dificultó llegar hasta la Sala de los Menesteres,
estaban en un pasillo oculto esperando que todo se despejara, cuando vieron
aparecer la puerta, alguien que no pudieron ver entró y la puerta desapareció.
—Creo que Harry y Ginny nos ganaron la sala —le dijo Hermione.
—¿Potter? Por acá no ha pasado nadie.
—Debe estar usando la capa de invisibilidad…
—¡Perfecto! Nuestra última noche juntos y ese hijo de… se las
ingenia para arruinarla.
—Draco… es uno de mis mejores amigos.
—Eso no le quita lo insoportable e estúpido —le respondió con el ceño fruncido, pero
al ver la expresión de su rostro exclamó—. ¡Está bien! Trataré de guardarme esos comentarios, pero que
conste que el hecho que no los diga no significa que me agraden tus amigos.
Tampoco cambia el hecho de que tendremos que buscar otro lugar donde pasar la
noche y te aseguro que ninguno será tan cómodo como la Sala de los Menesteres.
Hermione solo le sonrió.
Caminaron sin rumbo por el castillo buscando un aula que
estuviera abierta y sin ninguna pareja adentro. En el camino, Hermione pudo
observar a Ron y Luna muy acaramelados en una glorieta en el jardín. Hacían una
linda pareja. A Ron le había costado admitir que estaba enamorado de Luna
Lovegood y sus excentricidades, al principio lo indignaban los comentarios mordaces
y las burlas que escuchaba sobre ella y de pronto, se encontró defendiéndola
frente a todo aquel que osase ofenderla.
Ron admiraba el aire soñador y despistado que Luna emanaba,
por eso siempre se sorprendía de lo sincero y acertado de sus comentarios,
sobretodo porque él era siempre muy lento para darse cuenta de ciertas
situaciones. Al principio, Luna pensaba que Ron era un muchacho bastante tosco
y que hablaba sin pensar, pero poco a poco él fue derribando todas sus
barreras. Luego, las habladurías con respecto al trío dorado la habían hecho
dudar, hasta que Hermione decidió hablar con Luna y Ginny sobre su embarazo y
les explicó por qué los chicos se comportaban tan sobre protectores con ella.
Finalmente, Draco y Hermione encontraron una sala vacía en
la Torre Este. Convocaron un amplio y cómodo sofá, eso era menos sospechoso que
una cama y se acostaron abrazados en él. Contrario a todo pronóstico,
permanecieron largo rato en silencio, ella apoyando la cabeza en su pecho
mientras él la rodeaba con sus brazos.
—La próxima semana quiero ir a tu casa a hablar con tus papás… —le dijo rompiendo el
silencio.
—¿Cómo?
—Eso, que quiero que les expliquemos la situación a tus padres.
¿Creías que te dejaría sola?
—No, pero honestamente no he pensado en cómo les voy a decir que
estoy embarazada. Sé que es una actitud muy infantil, como si al no pensar en
ello me evitaría el mal trago —le explicó.
—No te preocupes, que todo nos saldrá bien. Yo te enviaré una
lechuza para avisarte cuando llegaré.
Entonces comenzaron a besarse apasionadamente. No sabía
cuándo podrían estar juntos así de nuevo, por lo que se entregaron mutuamente
sin importarles nada de lo que sucedía fuera de esa sala.
Al día siguiente, se subieron al expreso en vagones
separados, caso uno con su grupo de amigos. Durante el camino de regreso, se
dieron un fugaz pero intenso beso a la salida de los baños y se dirigieron una
penetrante mirada al bajar en el andén 93/4, para
dirigirse por caminos opuestos. La vida fuera de Hogwarts había comenzado.
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